Page 696 - El Señor de los Anillos
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multicolor rezumaba en el fondo. En ese agujero maligno se amontonaron,
esperando que la sombra los protegiera de las miradas del Ojo.
El día transcurrió lentamente. La sed atormentaba, pero apenas bebieron
algunas gotas de las cantimploras. Las habían llenado por última vez en la
garganta, que ahora, en el recuerdo, les parecía un remanso de paz y belleza. Los
hobbits se turnaron para descansar. Tan agotados estaban, que al principio ninguno
de los dos pudo dormir, pero cuando el sol empezó a descender a lo lejos,
envuelto en nubes lentas, Sam se quedó dormido. A Frodo le tocó pues hacer la
guardia. Apoyó la espalda contra la pared inclinada del foso, pero seguía
sintiéndose como si llevara una carga agobiante. Alzó los ojos al cielo estriado de
humo y vio fantasmas extraños, Jinetes Negros y rostros del pasado. Flotando
entre el sueño y la vigilia, perdió la noción del tiempo, hasta que el olvido vino y
lo envolvió.
Sam despertó bruscamente, con la impresión de que su amo lo estaba llamando.
Era de noche. Frodo no podía haberlo llamado, porque se había quedado
dormido, y había resbalado casi hasta el fondo del pozo. Gollum estaba junto él.
Por un instante Sam pensó que estaba tratando de despertar a Frodo; pero en
seguida comprendió que no era así. Gollum estaba hablando solo. Sméagol
discutía con un interlocutor imaginario que utilizaba la misma voz, sólo que la
pronunciación era entrecortada y sibilante. Un resplandor pálido y un resplandor
verde aparecían alternativamente en sus ojos mientras hablaba.
—Sméagol prometió —decía el primer pensamiento.
—Sí, sí, mi tesoro —fue la respuesta—, hemos prometido: para salvar nuestro
Tesoro, para no dejar que lo tenga Él… nunca. Pero está yendo hacia Él, con
cada paso se le acerca más. ¿Qué pensará hacer el hobbit, nos preguntamos, sí,
nos preguntamos?
—No lo sé. Yo no puedo hacer nada. El amo lo tiene. Sméagol prometió
ayudar al amo.
—Sí, sí, ayudar al amo: el amo del Tesoro. Pero si nosotros fuéramos el amo,
podríamos ayudarnos a nosotros mismos, sí, y a la vez cumplir las promesas.
—Pero Sméagol dijo que iba a ser muy bueno, buenísimo. ¡Buen hobbit!
Quitó la cuerda cruel de la pierna de Sméagol. Me habla con afecto.
—Ser muy bueno, buenísimo, ¿eh mi tesoro? Seamos buenos, entonces,
buenos como los peces, dulce tesoro, pero con nosotros mismos. Sin hacerle
ningún daño al buen hobbit, naturalmente, no, no.
—Pero el Tesoro mantendrá la promesa —objetó la voz de Sméagol.
—Quítaselo entonces —dijo la segunda voz—, y será nuestro. Entonces,
nosotros seremos el amo, ¡gollum! Haremos que el otro hobbit, el malo y
desconfiado, se arrastre por el suelo, ¿sí, gollum?