Page 699 - El Señor de los Anillos
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—¡Tres veces! —gimoteó—. Tres veces es una amenaza. Sienten nuestra
presencia. Sienten el Tesoro. El Tesoro es el amo para ellos. No podemos seguir
adelante, no. ¡Es inútil, inútil!
De nada sirvieron ya los ruegos y las palabras amables. Y sólo cuando Frodo
se lo ordenó, furioso, y echó mano a la empuñadura de la espada, Gollum se
movió, otra vez. Se levantó al fin con un gruñido, y marchó delante de ellos como
un perro apaleado.
Y así, tropezando y trastabillando, prosiguieron la marcha hasta el fatigoso
término de la noche, hacia el amanecer de un nuevo día de terror, caminando en
silencio con las cabezas gachas, sin ver nada, sin oír nada más que el silbido del
viento.