Page 713 - El Señor de los Anillos
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Y si nunca me encuentras
       no pensarás que existo.
       Soy el viejo Olifante,
       el que nunca se acuesta.
        —Este —dijo Sam cuando hubo terminado de recitar—, este es uno de los
      poemas que se dicen en la Comarca. Puede que sean tonterías, puede que no.
      Pero te diré una cosa, nosotros también tenemos nuestras historias y noticias del
      Sur. En los viejos tiempos los hobbits partían de viaje de tanto en tanto. No eran
      muchos los que regresaban, y no siempre la gente creía lo que decían: noticias de
      Bree y no tan seguras como las habladurías de la Comarca, como se suele decir.
      Pero yo he escuchado historias de la Gente Grande de allá lejos, de las Tierras
      del Sur. Endrinos los llamamos en nuestras historias; y montan olifantes cuando
      luchan, según dicen. Ponen casas y torres sobre las grupas de los olifantes y se
      arrojan rocas y árboles unos a otros. Por esto cuando tú dijiste « Hombres que
      vienen del Sur, todos de rojo y oro» , yo te pregunté « ¿Había algún olifante?» ,
      porque  si  los  hay,  peligro  o  no  peligro,  iré  a  echar  una  ojeada.  Pero  ahora
      supongo que nunca en mi vida veré un olifante. Tal vez ese animal no exista. —
      Sam suspiró.
        —No, ningún olifante —repitió Gollum—. Sméagol no ha oído hablar de ellos.
      No  quiere  verlos.  No  quiere  que  existan.  Sméagol  quiere  irse  de  aquí  y
      esconderse en un lugar seguro. Sméagol quiere que el amo se vaya. Buen amo,
      ¿no te irás con Sméagol?
        Frodo se levantó. Aunque estaba muy preocupado, se había reído de buena
      gana cuando Sam sacó a relucir el viejo poema del Olifante,  y  esa  risa  había
      puesto fin a sus titubeos.
        Ojalá tuviéramos un millar de olifantes, y a Gandalf a la cabeza montado en
      uno  de  blanco  dijo.  Entonces  podríamos  tal  vez  abrirnos  paso  en  esa  tierra
      maldita.  Pero  no  los  tenemos;  sólo  contamos  con  nuestras  pobres  piernas
      fatigadas y nada más. Y bien, Sméagol, esta alternativa puede ser la mejor. Iré
      contigo.
        —¡Amo  bueno,  amo  sabio,  querido  amo!  —exclamó  Gollum  radiante  de
      alegría,  palmeteando  las  rodillas  de  Frodo.  ¡Buen  amo!  Entonces,  ahora
      descansad,  queridos  hobbits,  a  la  sombra  de  las  piedras,  ¡muy  cerca  de  las
      piedras!  Descansad  y  quedaos  tranquilos,  hasta  que  la  Cara  Amarilla  se  haya
      marchado.  Partiremos  entonces.  ¡Tenemos  que  ser  sigilosos  y  rápidos  como
      sombras!
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