Page 734 - El Señor de los Anillos
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Un murmullo de asombro recorrió el círculo de hombres. Algunos gritaron en
voz alta:
—¡La espada de Elendil! ¡La espada de Elendil viene a Minas Tirith! —Pero
el semblante de Faramir permaneció impasible.
—Puede ser —dijo—. Pero un reclamo tan grande necesita algún
fundamento, y se le exigirán pruebas claras, si ese Aragorn viene alguna vez a
Minas Tirith. No había llegado, ni él ni ninguno de vuestra Compañía, cuando
partí de allí seis días atrás.
—Boromir aceptaba la legitimidad de ese reclamo —dijo Frodo—. En
verdad, si Boromir estuviese aquí, él podría responder a tus preguntas. Y puesto
que estaba ya en Rauros muchos días atrás, y tenía la intención de ir
directamente a Minas Tirith, si vuelves pronto tendrás allí las respuestas. Mi papel
en la Compañía le era conocido, como a todos los demás, pues me fue
encomendado por Elrond de Imladris en presencia de todos los miembros del
Concilio. En cumplimiento de esa misión he venido a estas tierras, pero no me es
dado revelarla a nadie ajeno a la Compañía. No obstante quienes pretenden
combatir al enemigo harían bien en no entorpecerla.
El tono de Frodo era orgulloso, cualquiera que fuesen sus sentimientos, y Sam
lo aprobó; pero no apaciguó a Faramir.
—¡Ah, sí! dijo. Me conminas a ocuparme de mis propios asuntos, y volver a
casa, y dejarte en paz. Boromir lo dirá todo cuando vuelva. ¡Cuando vuelva,
dices! ¿Eras tú un amigo de Boromir?
El recuerdo de la agresión de Boromir volvió vívidamente a la mente de
Frodo, y vaciló un instante. La mirada alerta de Faramir se endureció.
—Boromir fue un valiente miembro de nuestra Compañía —dijo al cabo—.
Sí, yo por mi parte era amigo de Boromir. Faramir sonrió con ironía.
—¿Te entristecería entonces enterarte de que Boromir ha muerto?
—Me entristecería por cierto —dijo Frodo. Luego, reparando en la expresión
de los ojos de Faramir, se turbó—. ¿Muerto? —dijo—. ¿Quieres decirme que está
y que tú lo sabías? ¿Has pretendido enredarme en mis propias palabras, jugar
conmigo? ¿O es que me mientes para tenderme una trampa?
—No le mentiría ni siquiera a un orco.
—¿Cómo murió, entonces, y cómo sabes tú que murió? Puesto que dices que
ninguno de la Compañía había llegado a la ciudad cuando partiste.
—En cuanto a las circunstancias de su muerte, esperaba que su amigo y
compañero me las revelase.
—Pero estaba vivo y fuerte cuando nos separamos. Y por lo que yo sé vive
aún. Aunque hay ciertamente muchos peligros en el mundo.
—Muchos en verdad —dijo Faramir—, y la traición no es el menor.
La impaciencia y la cólera de Sam habían ido en aumento mientras escuchaba