Page 736 - El Señor de los Anillos
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—Recuerdo que Boromir llevaba un cuerno —dijo por último.
—Recuerdas bien, y como alguien que en verdad lo ha visto —dijo Faramir
—. Tal vez puedas verlo entonces con el pensamiento: un gran cuerno de asta, de
buey salvaje del Este, guarnecido de plata y adornado con caracteres antiguos.
Ese cuerno, el primogénito de nuestra casa lo ha llevado durante muchas
generaciones; y se dice que si se lo hace sonar en un momento de necesidad
dentro de los confines de Gondor, tal como era el reino en otros tiempos, la
llamada no será desoída.
» Cinco días antes de mi partida para esta arriesgada empresa, hace once días, y
casi a esta misma hora, oí la llamada del cuerno; parecía venir del norte, pero
apagada, como si fuese sólo un eco en la mente. Un presagio funesto, pensamos
que era, mi padre y yo, pues no habíamos tenido ninguna noticia de Boromir
desde su partida, y ningún vigía de nuestras fronteras lo había visto pasar. Y tres
noches después me aconteció otra cosa, más extraña aún.
» Era la noche y yo estaba sentado junto al Anduin, en la penumbra gris bajo
la luna pálida y joven, contemplando la corriente incesante; y las cañas tristes
susurraban en la orilla. Es así como siempre vigilamos las costas en las cercanías
de Osgiliath, ahora en parte en manos del enemigo, y donde se esconden antes de
saquear nuestro territorio. Pero era medianoche y todo el mundo dormía.
Entonces vi, o me pareció ver, una barca que flotaba sobre el agua, gris y
centelleante, una barca pequeña y rara de proa alta, y no había nadie en ella que
la remase o la guiase.
» Un temor misterioso me sobrecogió; una luz pálida envolvía la barca. Pero
me levanté, y fui hasta la orilla, y entré en el río, pues algo me atraía hacia ella.
Entonces la embarcación viró hacia mí, y flotó lentamente al alcance de mi
mano. Yo me atreví a tocarla. Se hundía en el río, como si llevase una carga
pesada, y me pareció, cuando pasó bajo mis ojos, que estaba casi llena de un
agua transparente, y que de ella emanaba aquella luz, y que sumergido en el
agua dormía un guerrero.
» Tenía sobre la rodilla una espada rota. Y vi en su cuerpo muchas heridas.
Era Boromir, mi hermano, muerto. Reconocí los atavíos, la espada, el rostro tan
amado. Una única cosa eché de menos: el cuerno. Y vi una sola que no conocía:
un hermoso cinturón de hojas de oro engarzadas le ceñía el talle. ¡Boromir!, grité.
¿Dónde está tu cuerno? ¿A dónde vas? ¡Oh Boromir! Pero ya no estaba. La
embarcación volvió al centro del río y se perdió centelleando en la noche. Fue
como un sueño, pero no era un sueño, pues no hubo un despertar. Y no dudo que
ha muerto y que ha pasado por el río rumbo al Mar.
—¡Ay! —dijo Frodo—. Era en verdad Boromir tal como yo lo conocí. Pues el