Page 741 - El Señor de los Anillos
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—Mithrandir lo llamaban a la manera élfica —dijo Faramir—, y él estaba
satisfecho. Muchos son mis nombres en numerosos países, decía. Mithrandir entre
los elfos, Tharkûn para los enanos; Olórin era en mi juventud en el Oeste que
nadie recuerda, Incánus en el Sur, Gandalf en el Norte; al Este nunca voy.
—¡Gandalf! —dijo Frodo—. Me imaginé que era Gandalf el Gris, el más
amado de nuestros consejeros. Guía de nuestra Compañía. Lo perdimos en
Moría.
—¡Mithrandir perdido! —dijo Faramir—. Se diría que un destino funesto se
ha encarnizado con vuestra comunidad. Es en verdad difícil de creer que alguien
de tan alta sabiduría y tanto poder, pues muchos prodigios obró entre nosotros,
pudiera perecer de pronto, que tanto saber fuera arrebatado al mundo. ¿Estás
seguro? ¿No habrá partido simplemente en uno de sus misteriosos viajes?
—¡Ay! sí —dijo Frodo—. Yo lo vi caer en el abismo.
—Veo que detrás de todo esto se oculta una historia larga y terrible —dijo
Faramir— que tal vez podrás contarme en la velada. Este Mithrandir era, ahora
lo adivino, más que un maestro de sabiduría: un verdadero artífice de las cosas
que se hacen en nuestro tiempo. De haber estado entre nosotros para discutir las
duras palabras de nuestro sueño, él nos las hubiera esclarecido en seguida, sin
necesidad de ningún mensajero. Pero quizá no habría querido hacerlo, y el viaje
de Boromir era inevitable. Mithrandir nunca nos hablaba de lo que iba a
acontecer, o de sus propósitos. Obtuvo autorización de Denethor, ignoro por qué
medios, para examinar los secretos de nuestro tesoro, y yo aprendí un poco de él,
cuando quería enseñarme, cosa poco frecuente. Buscaba siempre y quería
saberlo todo de la Gran Batalla que se libró sobre el Dagorlad en los primeros
tiempos de Gondor, cuando aquel a quien no nombramos fue derrotado. Y pedía
que le contáramos historias de Isildur, aunque poco podíamos decirle; pues
acerca del fin de Isildur nada seguro se supo jamás entre nosotros.
Ahora la voz de Faramir se había convertido en un susurro.
—Pero una cosa supe al menos, o adiviné, que siempre he guardado en
secreto en mi corazón: que Isildur tomó algo de la mano del Sin Nombre, antes
de partir de Gondor, cuando fue visto por última vez entre hombres mortales.
Aquí estaba, pensaba yo, la respuesta a las preguntas de Mithrandir. Pero parecía
en ese entonces que estos asuntos concernían sólo a los estudiosos de la antigua
sabiduría. Ni cuando discutíamos entre nosotros las enigmáticas palabras del
sueño, pensé que el Daño de Isildur pudiera ser la misma cosa. Pues Isildur cayó
en una emboscada y fue muerto por flechas de orcos, de acuerdo con la única
leyenda que nosotros conocemos, y Mithrandir nunca me dijo más.
» Qué es en realidad esa Cosa no puedo aún adivinarlo; pero tiene que ser un
objeto de gran poder y peligro. Un arma temible, tal vez, ideada por el Señor
Oscuro. Si fuese un talismán que procura ventajas en la guerra, puedo creer por
cierto que Boromir, el orgulloso y el intrépido, el a menudo temerario Boromir,