Page 746 - El Señor de los Anillos
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negra y no le vi la cola. Parecía una sombra que se deslizaba por el suelo. Se
      escurrió detrás del tronco de un árbol cuando me aproximé, y trepó hasta la copa
      rápidamente,  en  verdad  como  una  ardilla.  Pero  vos,  señor,  no  aprobáis  que
      matemos sin razón bestias salvajes, y no parecía ser otra cosa, de modo que no
      usé  mi  arco.  De  todas  maneras  estaba  demasiado  oscuro  para  disparar  una
      flecha  certera,  y  la  criatura  desapareció  en  un  abrir  y  cerrar  de  ojos  en  la
      oscuridad del follaje. Pero me quedé allí un rato, porque me pareció extraño, y
      luego  me  apresuré  a  regresar.  Tuve  la  impresión  de  que  me  silbó  desde  muy
      arriba, cuando me alejaba. Una ardilla grande, tal vez. Puede ser que al amparo
      de las sombras del Sin Nombre algunas de las bestias del Bosque Negro vengan a
      merodear por aquí. Ellos tienen allá ardillas negras, dicen.
        —Puede ser —dijo Faramir—. Pero ese sería un mal presagio. No queremos
      en  Ithilien  fugitivos  del  Bosque  Negro.  —Sam  creyó  ver  que  al  decir  estas
      palabras  Faramir  echaba  una  mirada  rápida  a  los  hobbits.  pero  no  dijo  nada.
      Durante un rato él y Frodo permanecieron acostados de espaldas observando la
      luz de las antorchas, y a los hombres que iban y venían hablando a media voz.
      Luego, repentinamente, Frodo se quedó dormido.
        Sam discutía consigo mismo, defendiendo ya un argumento, ya el argumento
      contrario.  « Es  posible  que  tenga  razón» ,  se  decía,  « pero  también  podría  no
      tenerla. Las palabras hermosas esconden a veces un corazón infame» . Bostezó.
      « Podría dormir una semana entera, y bien que me sentaría. ¿Y qué puedo hacer,
      aunque me mantenga despierto, yo solo en medio de tantos Hombres Grandes?
      Nada, Sam Gamyi; pero tienes que mantenerte despierto a pesar de todo.»  Y de
      una u otra forma lo consiguió. La luz desapareció de la puerta de la caverna, y el
      velo  gris  del  agua  de  la  cascada  se  ensombreció  y  se  perdió  en  la  oscuridad
      creciente. Y el sonido del agua siempre continuaba, sin cambiar jamás de nota,
      mañana,  tarde  o  noche.  Murmuraba  y  susurraba  e  invitaba  al  sueño.  Sam  se
      hundió los nudillos en los ojos.
      Ahora estaban  encendiendo  más  antorchas. Habían  espitado  un  casco  de vino,
      abrían  los  barriles  de  provisiones  y  algunos  hombres  iban  a  buscar  agua  a  la
      cascada. Otros se lavaban las manos en jofainas. Trajeron para Faramir un gran
      aguamanil de cobre y un lienzo blanco, y también él se lavó.
        —Despertad  a  nuestros  huéspedes  —dijo—,  y  llevadles  agua.  Es  hora  de
      comer.
        Frodo se incorporó y se desperezó, bostezando. Sam, que no estaba habituado
      a  que  lo  sirvieran,  miró  con  cierta  sorpresa  al  hombre  alto  que  se  inclinaba,
      acercándole un aguamanil.
        —¡Déjala en el suelo, maestro, por favor! —dijo—. Será más fácil para ti y
      también para mí. —Luego, ante el asombro divertido de los hombres, hundió la
      cabeza en el agua fría y se restregó el cuello y las orejas.
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