Page 751 - El Señor de los Anillos
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jardinero de oficio, en mi tierra, señor, si me comprende usted, y no soy ducho
en poesía… no en componerla: alguna copla cómica, tal vez, de tanto en tanto,
¿sabe?, pero no verdadera poesía… por eso no puedo explicarle lo que quiero
decir. Habría que cantarlo. Haría falta Trancos, es decir Aragorn, para ello, o el
viejo señor Bilbo. Pero me gustaría componer una canción sobre ella. ¡Es
hermosa, señor! ¡Qué hermosa es! A veces como un gran árbol en flor, a veces
como un narciso, tan delgada y menuda. Dura como el diamante, suave como el
claro de luna. Ardiente como el sol, fría como la escarcha bajo las estrellas.
Orgullosa y distante como una montaña nevada, y tan alegre como una
muchacha que en primavera se trenza margaritas en los cabellos. Pero he dicho
un montón de tonterías y ni me he acercado a la idea.
—Ha de ser muy bella en efecto dijo Faramir. Peligrosamente bella.
—No sé si es peligrosa —dijo Sam—. Se me ocurre que la gente lleva
consigo su propio peligro a Lorien, y allí lo vuelve a encontrar porque lo ha tenido
dentro. Pero tal vez se podría llamarla peligrosa, pues es tan fuerte. Usted, usted
podría hacerse añicos contra ella, como un barco contra una roca, o ahogarse,
como un hobbit en un río. Pero ni en la roca ni el río habría culpa alguna. Y
Boro… —Se interrumpió de golpe, enrojeciendo hasta las orejas.
—¿Sí? Y Boromir, dijiste —dijo Faramir—. ¿Qué estabas por decir? ¿Él
llevaba consigo el peligro?
—Sí, señor, con el perdón de usted, y un hermoso hombre era su hermano, si
me permite decirlo así. Pero usted estuvo cerca de la verdad desde el principio.
Yo observé y escuché a Boromir durante todo el camino desde Rivendel, para
cuidar de mi amo, como usted comprenderá, y sin desearle ningún mal a
Boromir, y es mi opinión que fue en Lorien donde vio claramente por primera
vez lo que yo había adivinado antes: lo que él quería. ¡Desde el momento en que
lo vio, quiso tener el Anillo del Enemigo!
—¡Sam! —exclamó Frodo, consternado. Había estado ensimismado en sus
propios pensamientos, y salió de ellos bruscamente, pero demasiado tarde.
—¡Caracoles! —dijo Sam palideciendo y enrojeciendo otra vez hasta el
escarlata. ¡Ya hice otra barrabasada! Cada vez que abres el pico metes la pata,
solía decirme el Tío, y tenía razón. ¡Caracoles! ¡Caracoles!
—¡Oiga, señor! —Dio media vuelta y miró cara a cara a Faramir con todo el
coraje que pudo juntar—. No vaya ahora a aprovecharse de mi amo porque el
sirviente sea sólo un tonto. Usted nos ha arrullado todo el tiempo con palabras
hermosas, hablando de los elfos y todo, y bajé la guardia. Pero lo hermoso es
bueno, como decimos nosotros. He aquí una oportunidad de demostrar su
nobleza.
—Así parece —dijo Faramir, lentamente y con una voz muy dulce y una
extraña sonrisa—. ¡Así que esta era la respuesta de todos los enigmas! El Anillo
Único que se creía desaparecido del mundo. ¿Y Boromir intento apoderarse de él