Page 753 - El Señor de los Anillos
P. 753

—Pero  también  allí  la  gente  tiene  que  aburrirse,  aun  en  los  huertos,  como
      todas las cosas bajo el Sol de este mundo. Y vosotros estáis lejos de vuestro hogar
      y habéis viajado mucho. Basta por esta noche. Dormid los dos en paz, si podéis.
      ¡Nada temáis! Yo no deseo verlo, ni tocarlo, ni saber de él más de lo que sé (y ya
      es más que suficiente), no sea que el peligro me tiente, y si me enfrentara a esa
      prueba  no  sé  si  tendría  la  entereza  de  Frodo  hijo  de  Drogo.  Id  ahora  a
      descansar… mas decidme antes si es posible: a dónde deseáis ir y qué queréis
      hacer.  Pues  yo  he  de  velar,  y  esperar,  y  reflexionar.  El  tiempo  pasa.  En  la
      mañana partiremos unos y otros por los caminos que el destino nos ha marcado.
        Pasado  el  primer  sobresalto,  Frodo  no  había  dejado  de  temblar.  Ahora  un
      inmenso  cansancio  descendió  sobre  él  como  una  nube.  Incapaz  de  seguir
      disimulando, no se resistió más.
        —Buscaba un camino para entrar en Mordor —dijo con voz débil—. Iba a
      Gorgoroth. Tengo que encontrar la Montaña de Fuego y arrojar el objeto en el
      abismo del Destino. Así dijo Gandalf. No creo que llegue jamás allí.
        Faramir  lo  contempló  un  instante  con  asombrada  seriedad.  Luego,  de
      improviso,  viéndolo  vacilar,  sostuvo  a  Frodo,  lo  levantó  con  dulzura  y  lo  llevó
      hasta el lecho y allí lo acostó y lo abrigó. Al instante Frodo cayó en un sueño
      profundo.
        Otra cama fue instalada al lado para el sirviente de Frodo. Sam titubeó un
      momento, luego se inclinó en una profunda reverencia:
        —Buenas  noches,  Capitán,  mi  señor  —dijo—.  Habéis  aceptado  el  desafío,
      señor.
        —¿Sí? —dijo Faramir.
        —Sí señor, y habéis mostrado vuestra nobleza: la más alta. Faramir sonrió.
        —Eres un sirviente atrevido, maese Samsagaz. Mas no importa: el alabar lo
      que es digno de alabanza no necesita recompensa. Sin embargo no había nada
      loable en todo esto. No tuve ni la tentación ni el deseo de hacer otra cosa.
        —Ah bueno, señor —dijo Sam—, habéis dicho que mi amo tenía un cierto
      aire élfico; y eso era bueno, y cierto además. Pero yo puedo ahora deciros que
      vos también tenéis un aire, señor, un aire que me hace pensar en… en… bueno,
      en Gandalf, en los Magos.
        —Es  posible  —dijo  Faramir—.  Quizá  distingas  desde  lejos  el  aire  de
      Númenor. ¡Buenas noches!
   748   749   750   751   752   753   754   755   756   757   758