Page 748 - El Señor de los Anillos
P. 748
se sentía bien luego de la comida y el vino, no había perdido del todo la cautela.
Sam estaba radiante y canturreaba en voz baja; pero cuando Frodo habló, al
principio se contentó con escuchar, aventurando sólo una que otra exclamación
de asentimiento.
Frodo relató muchas historias, pero eludiendo una y otra vez el tema de la
misión de la Compañía y el Anillo, extendiéndose en cambio en el valiente papel
que Boromir había desempeñado en todas las aventuras de los viajeros, con los
lobos en las tierras salvajes, en medio de las nieves bajo el Caradhras, y en las
minas de Moria donde cayera Gandalf. La historia del combate sobre el puente
fue la que más conmovió a Faramir.
—Ha de haber enfurecido a Boromir tener que huir de los orcos —dijo— y
hasta de la criatura feroz de que me hablas, ese Balrog, aun cuando fuera el
último en retirarse.
—Él fue el último, sí —dijo Frodo—, pero Aragorn no tuvo más remedio que
ponerse al frente de la Compañía. De no haber tenido que cuidar de nosotros, los
más pequeños, no creo que ni él ni Boromir hubiesen huido.
—Quizás hubiera sido mejor que Boromir hubiese caído allí con Mithrandir
—dijo Faramir, en vez de ir hacia el destino que lo esperaba más allá de las
cascadas del Rauros.
—Quizá. Pero háblame ahora de vuestras vicisitudes —dijo Frodo eludiendo
una vez más el tema. Pues me gustaría conocer mejor la historia de Minas Ithil y
de Osgiliath, y de Minas Tirith la perdurable. ¿Qué esperanzas albergáis para esa
ciudad en esta larga guerra?
—¿Qué esperanzas? —dijo Faramir—. Tiempo ha que hemos abandonado
toda esperanza. La espada de Elendil, si es que vuelve en verdad, podrá
reavivarla, pero no conseguirá otra cosa, creo, que aplazar el día fatídico, a
menos que recibiéramos también nosotros ayuda inesperada, de los elfos o de los
hombres. Pues el enemigo crece y nosotros decrecemos. Somos un pueblo en
decadencia, un otoño sin primavera.
» Los Hombres de Númenor se habían afincado a lo ancho y a lo largo de las
costas y regiones marítimas de las Grandes Tierras, pero la mayor parte de ellos
cayeron en maldades y locura. Muchos se dejaron seducir por las Sombras y las
artes negras; algunos se abandonaron por completo a la pereza o la molicie, y
otros a la guerra entre hermanos, hasta que se debilitaron y fueron conquistados
por los hombres salvajes.
» No se dice que las malas artes fueran siempre practicadas en Gondor, ni
que honraran al Sin Nombre; la sabiduría y la belleza de antaño, traídas del
Oeste, perduraron largo tiempo en el reino de los Hijos de Elendil el Hermoso, y
todavía subsisten. Pero aun así, fue Gondor la que provocó su propia decadencia,
hundiéndose poco a poco en la ñoñez, convencida de que el enemigo dormía,
cuando en realidad estaba replegado, no destruido.