Page 757 - El Señor de los Anillos
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—Espera, Anborn —dijo Faramir—. Este asunto es más delicado de lo que
parece. ¿Qué puedes decir ahora, Frodo? ¿Por qué habríamos de perdonarle la
vida?
—Esta criatura es miserable y tiene hambre —dijo Frodo—, y desconoce el
peligro que la amenaza. Y Gandalf, tu Mithrandir, te habría pedido que no lo
mates, por esa razón y por otras. Les prohibió a los elfos que lo hicieran. No sé
bien por qué, y lo que adivino no puedo decirlo aquí abiertamente. Pero esta
criatura está ligada de algún modo a mi misión. Hasta el momento en que nos
descubriste y nos trajiste aquí, era mi guía.
—¡Tu guía! Esta historia se vuelve cada vez más extraña. Mucho haría por ti,
Frodo, pero esto no puedo concedértelo: dejar que ese vagabundo taimado se
vaya de aquí en libertad para reunirse luego contigo si le place o que los orcos lo
atrapen y él les cuente todo lo que sabe bajo la amenaza del sufrimiento. Es
preciso matarlo o capturarlo. Matarlo, si no podemos atraparlo en seguida. Mas
¿cómo capturar a esa criatura escurridiza que cambia de apariencia, si no es con
un dardo empenachado?
—Déjame bajar hasta él en paz —dijo Frodo—. Podéis mantener tensos los
arcos, y matarme a mí al menos si fracaso. No escaparé.
—¡Ve pues y date prisa! —dijo Faramir—. Si sale de aquí con vida, tendrá
que ser tu fiel servidor por el resto de sus desdichados días. Conduce a Frodo allá
abajo, a la orilla, Anborn, e id con cautela. Esta criatura tiene nariz y orejas.
Dame tu arco.
Anborn gruñó, descendiendo delante de Frodo la larga escalera de caracol, y
ya en el rellano subieron por la otra escalera, hasta llegar al fin a una angosta
abertura disimulada por arbustos espesos. Salieron en silencio, y Frodo se
encontró en lo alto de la orilla meridional, por encima del lago. Ahora la
oscuridad era profunda, y las cascadas grises y pálidas sólo reflejaban la
claridad lunar demorada en el cielo occidental. No veía a Gollum. Avanzó un
corto trecho y Anborn lo siguió con paso sigiloso.
—¡Continúa! —susurró al oído de Frodo—. Ten cuidado a tu derecha. Si te
caes en el lago, nadie salvo tu amigo pescador podrá socorrerte. Y no olvides que
hay arqueros en las cercanías, aunque tú no puedas verlos.
Frodo se adelantó con precaución, valiéndose de las manos a la manera de
Gollum para tantear el camino y mantenerse en equilibrio. Las rocas eran casi
todas lisas y planas, pero resbaladizas. Se detuvo a escuchar. Al principio no oyó
otro ruido que el rumor incesante de la cascada a sus espaldas. Pero pronto
distinguió, no muy lejos, delante de él, un murmullo sibilante.
—Pecesss, buenos pecesss. La Cara Blanca ha desaparecido, mi tesoro, por
fin, sí. Ahora podemos comer pescado en paz. No, no en paz, mi tesoro. Pues el
Tesoro está perdido: sí, perdido. Sucios hobbits, hobbits malvados. Se han ido, y
nos han abandonado, gollum; y el Tesoro se ha ido también. El pobre Sméagol no