Page 761 - El Señor de los Anillos
P. 761
cuerdas que sujetaban las muñecas y los tobillos de Gollum, y lo ayudó a
ponerse en pie.
—¡Acércate! —dijo Faramir—. ¡Mírame! ¿Conoces el nombre de este lugar?
¿Has estado antes aquí?
Gollum levantó la vista lentamente y de mala gana miró a Faramir. La luz se
le apagó en los ojos, y por un instante los clavó, taciturnos y pálidos, en los ojos
claros e imperturbables del hombre de Gondor. Hubo un silencio de muerte. De
pronto Gollum dejó caer la cabeza y se enroscó sobre sí mismo, hasta quedar en
el suelo tembloroso, hecho un ovillo.
—No sabemos y no queremos saber —gimoteó—. Nunca vinimos aquí;
nunca volveremos.
—Hay en tu mente puertas y ventanas condenadas, y recintos oscuros detrás
—dijo Faramir—. Pero en esto juzgo que eres sincero. Mejor para ti. ¿Sobre qué
jurarás no volver nunca más y no guiar hasta aquí ni con palabras ni por señas a
ningún ser viviente?
—El amo sabe —dijo Gollum con una mirada de soslayo a Frodo—. Sí, él
sabe. Lo prometeremos al amo, si él nos salva. Se lo prometemos al Tesoro, sí. —
Se arrastró hasta los pies de Frodo—. ¡Sálvanos, buen amo! —gimió—. Sméagol
se lo promete al Tesoro, lo promete lealmente. ¡Jamás volveré, jamás hablaré,
nunca más! ¡No, tesoro, no!
—¿Estás satisfecho? —preguntó Faramir.
—Sí —dijo Frodo—. En todo caso, o aceptáis esta promesa o aplicáis la ley.
Más no conseguirás. Pero yo le prometí que sí venía a mí no le harían ningún
daño. Y no me gustaría faltar a mi palabra.
Faramir permaneció pensativo un momento.
—Muy bien —dijo al cabo hablándole a Gollum—. Te entrego a manos de tu
amo, Frodo hijo de Drogo. ¡Que él declare qué hará contigo!
—Pero, Señor Faramir —dijo Frodo inclinándose—, no has declarado aún tu
voluntad respecto al susodicho Frodo, y hasta tanto no la des a conocer él no
podrá trazar ningún plan ni para él mismo ni para sus compañeros. Tu decisión
quedó postergada hasta la mañana; y el amanecer ya está muy próximo.
—Entonces declararé mi sentencia —dijo Faramir—: En lo que a ti
concierne, Frodo, en la medida de los poderes que me son conferidos por una
autoridad más alta, te declaro libre en el reino de Gondor hasta los últimos
confines de sus antiguas fronteras; con la sola salvedad de que ni a ti ni a ninguno
de quienes te acompañan le estará permitido venir aquí a menos que haya sido
invitado. Este veredicto tendrá vigencia por un año y un día, y vencido ese
término caducará salvo que antes vayas tú a Minas Tirith y te presentes ante el
Señor y Senescal de la Ciudad. A quien rogaré que ratifique mi veredicto y que lo
prolongue por vida. De aquí a entonces, toda persona que tomes bajo tu
protección estará también bajo mi protección y al amparo del escudo de Gondor.