Page 764 - El Señor de los Anillos
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que se habían entregado a una maldad oscura: el enemigo les había dado anillos
      de  poder,  y  los  había  devorado:  se  habían  convertido  en  espectros  vivientes,
      terribles  y  nefastos.  Y  cuando  el  enemigo  partió,  tomaron  Minas  Ithil  y  allí
      vivieron, y la ciudad declinó, así como todo el valle circundante: parecía vacía
      mas  no  lo  estaba,  pues  un  temor  informe  habitaba  entre  los  muros  ruinosos.
      Había allí Nueve Señores, y después del retorno del Amo, que favorecieron y
      prepararon  en  secreto,  adquirieron  poder  otra  vez.  Entonces  los  Nueve  Jinetes
      partieron  de  las  puertas  del  horror,  y  nosotros  no  pudimos  resistirlos.  No  te
      acerques a esa ciudadela. Te descubrirán. Es un lugar de malicia en incesante
      vigilia, poblado de ojos sin párpados. ¡No vayas por ese camino!
        —¿Pero a dónde entonces me encaminarías tú? —dijo Frodo—. No puedes,
      me dices, conducirme tú mismo a las montañas, ni por encima de ellas. Pero un
      compromiso  solemne  contraído  con  el  Concilio  me  obliga  a  atravesarlas,  a
      encontrar un camino o perecer en el intento. Y si me echara atrás, si rehusara el
      amargo final del camino, ¿a dónde iría entonces entre los elfos o los hombres?
      ¿Querrías tú acaso que yo fuera a Gondor con este Objeto, el Objeto que volvió
      loco de deseo a tu hermano? ¿Qué sortilegio obraría en Minas Tirith? ¿Habrá dos
      ciudades de Minas Morgul contemplándose mutuamente con una sonrisa burlona
      a través de una tierra muerta cubierta de podredumbre?
        —Yo no querría que eso sucediera —dijo Faramir.
        —Entonces ¿qué querrías que hiciera yo?
        —No lo sé. Pero no que te encaminaras a la muerte o al suplicio. Y no creo
      que Mithrandir hubiera elegido ese camino.
        —No obstante, puesto que él se ha ido, he de tomar los caminos que yo pueda
      encontrar. Y no hay tiempo para una larga búsqueda —dijo Frodo.
        —Es un duro destino y una misión desesperada, Frodo hijo de Drogo —dijo
      Faramir—.  Pero  al  menos  ten  presente  mi  advertencia:  cuídate  de  ese  guía,
      Sméagol. Ya ha matado una vez. Lo he leído en sus ojos. —Suspiró—. Bien, así
      nos encontramos y así nos separamos, Frodo hijo de Drogo. No es preciso que te
      endulce el oído con palabras de consuelo: no espero volver a verte bajo este Sol.
      Pero  ahora  partirás  con  mis  bendiciones,  sobre  ti,  y  sobre  todo  tu  pueblo.
      Descansa un poco mientras preparan alimentos para vosotros.
        » Mucho me gustaría saber por qué medios esa criatura escurridiza, Sméagol,
      llegó  a  poseer  el  Objeto  de  que  hablamos,  y  cómo  lo  perdió,  pero  no  te
      importunaré con eso ahora. Si algún día, contra toda esperanza, regresas a las
      tierras de los vivos y una vez más nos narramos nuestras historias, sentados junto
      a  un  muro  y  al  sol,  riéndonos  de  las  congojas  pasadas,  tú  entonces  me  lo
      contarás. Hasta ese día, o algún otro momento más allá de lo que alcanzan a ver
      las Piedras Videntes de Númenor, ¡adiós!
        Se levantó, se inclinó profundamente ante Frodo, y corriendo la cortina entró
      en la caverna.
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