Page 768 - El Señor de los Anillos
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apartaba un momento del lado de Frodo y evitaba la mirada de Faramir.
        —Vuestro guía partirá con los ojos vendados —dijo Faramir—, pero a ti y a
      tu servidor Samsagaz no os obligaré, si así lo deseáis.
        Gollum lanzó un chillido, y se retorció, y se aferró a Frodo, cuando fueron a
      vendarle los ojos; y Frodo dijo:
        —Vendadnos a los tres, empezando por mí, así comprenderá tal vez que nadie
      quiere hacerle daño.
        Así lo hicieron y los guiaron fuera de la caverna de Henneth Annün. Cuando
      dejaron atrás los corredores y las escaleras, sintieron alrededor el aire fresco,
      puro y apacible de la mañana. Todavía a ciegas prosiguieron la marcha un corto
      trecho, primero subiendo, luego bajando unas suaves pendientes. Por fin la voz de
      Faramir ordenó que les quitasen las vendas.
        Estaban nuevamente en el bosque bajo las ramas de los árboles. No se oía
      ningún rumor de cascadas de agua, pues una larga pendiente se extendía ahora
      en dirección al sur entre ellos y la hondonada por la que corría el río. Y a través
      de  los  árboles,  en  el  oeste,  vieron  luz,  como  si  el  mundo  terminara  allí
      bruscamente, y en ese punto comenzara el cielo.
        —Aquí  se  separan  definitivamente  nuestros  caminos  —dijo  Faramir—.  Si
      seguís mi consejo, no tomaréis hacia el este. Continuad en línea recta, pues así
      tendréis el abrigo de los bosques durante muchas millas. Al oeste hay una cresta
      y allí el terreno se precipita hacia los grandes valles, a veces bruscamente y a
      pique,  otras  veces  en  largas  pendientes.  No  os  alejéis  de  esta  cresta  y  de  los
      lindes del bosque. Al comienzo de vuestro viaje podréis caminar a la luz del día,
      creo. Las tierras duermen el sueño de una paz ficticia, y por un tiempo todo mal
      se ha retirado. ¡Buen viaje, mientras sea posible!
        Abrazó a Frodo y a Sam, a la usanza del pueblo de Gondor, encorvándose y
      poniendo las manos sobre los hombros de los hobbits, y besándoles la frente.
        —¡Id con la buena voluntad de todos los hombres de bien! —dijo.
        Los hobbits saludaron inclinándose hasta el suelo. Faramir dio media vuelta, y
      sin  mirar  atrás  ni  una  sola  vez,  fue  a  reunirse  con  los  dos  guardias  que  lo
      esperaban  allí  cerca.  La  celeridad  con  que  ahora  se  movían  esos  hombres
      vestidos de verde, a quienes perdieron de vista casi en un abrir y cerrar de ojos,
      dejó maravillados a los hobbits. El bosque, donde un momento antes estuviera
      Faramir parecía ahora vacío y triste, como si un sueño se hubiese desvanecido.
      Frodo suspiró y se volvió hacia el sur. Como mostrando qué poco le importaban
      todas aquellas expresiones de cortesía, Gollum estaba arañando la tierra al pie de
      un árbol.
        « Tiene hambre otra vez» , pensó Sam. « ¡Bueno, de nuevo en la brecha!»
        —¿Se han marchado por fin? —dijo Gollum—. ¡Hombres sssucios malvados!
      Todavía le duele el cuello a Sméagol, sí, todavía. ¡En marcha!
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