Page 773 - El Señor de los Anillos
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—Menudo trabajo me espera, por lo que veo; pero estoy tan cansado —
repetía una y otra vez. De pronto recordó lo que había ido a buscar—. ¡Mi pipa!
—dijo, y en ese momento se despertó.
—¡Tonto! —exclamó, mientras abría los ojos y se preguntaba por qué se
había acostado debajo del cerco—. ¡Estuvo todo el tiempo en tu equipaje! —
Entonces se dio cuenta, primero, que la pipa bien podía estar en el equipaje, pero
que era inútil, puesto que no tenía hojas, y en seguida que él se encontraba a
cientos de millas de Bolsón Cerrado. Se incorporó. Parecía ser casi de noche.
¿Por qué el amo lo había dejado dormir fuera de turno, hasta el anochecer?
—¿No ha dormido, señor Frodo? —dijo—. ¿Qué hora es? Parece que se está
haciendo tarde.
—No, nada de eso —dijo Frodo—. Pero el día no aclara, y en cambio se
oscurece cada vez más. Hasta donde yo puedo saber, aún no es mediodía, y tú no
has dormido más de tres horas.
—Me pregunto qué sucede —dijo Sam—. ¿Será que se avecina una
tormenta? En ese caso, será la peor que hubo jamás. Desearemos estar metidos
en un agujero profundo, no sólo amontonados debajo de un seto. —Escuchó con
atención—. ¿Qué es eso? ¿Truenos, o tambores, o qué?
—No lo sé —dijo Frodo—. Ya hace un buen rato que dura. Por momentos la
tierra parece temblar y por momentos tienes la impresión de que el aire pesado
te late en los oídos.
Sam miró alrededor.
—¿Dónde está Gollum? —preguntó—. ¿Todavía no ha vuelto?
—No —dijo Frodo—. No lo he visto ni lo he oído.
—Bueno, yo no lo paso —dijo Sam—. A decir verdad, nunca salí de viaje con
nada que menos lamentaría perder en el camino. Pero sería muy de él, después
de habernos seguido todas estas millas, venir a perderse ahora, justo cuando lo
necesitamos más… es decir, si alguna vez nos sirve de algo, cosa que dudo.
—Te olvidas de las ciénagas —dijo Frodo—. Espero que no le haya ocurrido
nada.
—Y yo espero que no nos esté preparando alguna triquiñuela. Y en todo caso
espero que no vaya a caer en otras manos, como quien dice. Porque entonces,
pronto nos veríamos en figurillas.
En ese momento se oyó otra vez, más fuerte y cavernoso, un ruido sordo,
vibrante y prolongado. El suelo pareció temblar bajo los pies de los hobbits.
—Me parece que nos veremos en figurillas de todas maneras —dijo Frodo—.
Me temo que nuestro viaje se esté acercando a su fin.
—Tal vez —dijo Sam—; pero donde hay vida hay esperanza, como decía mi
compadre, y necesidad de vituallas, solía agregar. Coma usted un bocado, señor
Frodo, y luego échese un sueño.