Page 756 - El Señor de los Anillos
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Frodo tardó un momento en responder. Luego dijo:
        —¡No! ¡No! ¡Te suplico que no lo hagas! —De haberse atrevido, Sam habría
      dicho « Sí»  más pronto y más fuerte. No alcanzaba a ver, pero por lo que Frodo
      y Faramir decían, podía imaginarse qué estaban mirando.
        —¿Sabes entonces qué es eso? —dijo Faramir—. Bien, ahora que lo has visto,
      dime  por  qué  hay  que  perdonarlo.  En  todas  nuestras  conversaciones,  no  has
      nombrado ni una sola vez a vuestro compañero vagabundo, y yo lo dejé pasar
      por  el  momento.  Podía  esperar  hasta  que  lo  capturaran  y  lo  trajeran  a  mi
      presencia. Envié en su busca a mis mejores cazadores, pero se les escapó, y no
      volvieron a verlo hasta ahora, excepto Anborn, aquí presente, que lo divisó un
      momento  anoche,  a  la  hora  del  crepúsculo.  Pero  ahora  ha  cometido  un  delito
      peor que ir a cazar conejos en las tierras altas: ha tenido la osadía de venir a
      Henneth  Annün,  y  lo  pagará  con  la  vida.  Me  desconcierta  esta  criatura:  tan
      solapada y tan astuta como es, ¡venir a jugar en el lago justo delante de nuestra
      ventana!  ¿Se  imagina  acaso  que  los  hombres  duermen  sin  vigilancia  la  noche
      entera? ¿Por qué lo hace?
        —Hay dos respuestas, creo yo —dijo Frodo—. Por una parte, esta criatura
      conoce  poco  a  los  hombres,  y  aunque  es  astuta,  vuestro  refugio  está  tan
      escondido que ignora tal vez que hay hombres aquí. Además, creo que ha sido
      atraído por un deseo irresistible, más fuerte que la prudencia.
        —¿Atraído aquí, dices? —preguntó Faramir en voz baja—. ¿Es posible… sabe
      entonces lo de tu carga?
        —Lo sabe, sí. Él mismo la llevó durante años.
        —¿Él la llevó? —dijo Faramir, estupefacto, respirando entrecortadamente—.
      Esta historia es cada vez más intrincada y enigmática. ¿Entonces anda detrás de
      tu carga?
        —Tal vez. Es un tesoro para él. Pero no hablaba de eso.
        —¿Qué busca entonces la criatura?
        —Pescado —dijo Frodo—. ¡Mira!
        Escudriñaron la oscuridad del lago. Una cabecita negra apareció en el otro
      extremo de la cuenca, emergiendo de la profunda sombra de las rocas. Hubo un
      fugaz relámpago de plata y un remolino de ondas diminutas se movió hacia la
      orilla. Luego, con una agilidad asombrosa, una figura que parecía una rana trepó
      fuera de la cuenca. Al instante se sentó y empezó a mordisquear algo pequeño,
      plateado y reluciente: los rayos postreros de la luna caían ahora detrás del muro
      de piedra en el confín del agua.
        Faramir se rió por lo bajo.
        —¡Pescado! —dijo—. Es un hambre menos peligrosa. O tal vez no: los peces
      del lago Henneth Annün podrían costarle todo lo que tiene.
        —Ahora  le  estoy  apuntando  con  la  flecha  —dijo  Anborn—.  ¿No  tiraré,
      Capitán? Por haber venido a este lugar sin ser invitado, la muerte es nuestra ley.
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