Page 81 - El Señor de los Anillos
P. 81
de junio, casi en seguida de que el plan de Frodo quedara establecido de modo
definitivo, anunció que partía a la mañana siguiente.
—Sólo por un corto período, espero —dijo—. Iré más allá de la frontera sur
para recoger algunas noticias, si es posible. He estado sin hacer nada demasiado
tiempo.
Hablaba en un tono ligero, pero a Frodo le pareció que estaba preocupado.
—¿Alguna novedad? —preguntó.
—No. Pero he oído algo que me inquieta y que es imprescindible investigar.
Si creo necesario que partas inmediatamente, volveré en seguida, o al menos te
enviaré un mensaje. Mientras tanto no te desvíes del plan, pero sé más cuidadoso
que nunca, sobre todo con el Anillo. Permíteme que insista: ¡No lo uses!
Gandalf partió al amanecer.
—Volveré un día de éstos —dijo—. Como máximo estaré de vuelta para la
fiesta de despedida. Después de todo, quizá necesites que te acompañe.
Al principio, Frodo estuvo muy preocupado y pensaba a menudo en lo que
Gandalf podía haber oído; pero al fin se tranquilizó y cuando llegó el buen tiempo
olvidó del todo el problema. Pocas veces se había visto en la Comarca un verano
más hermoso y un otoño más opulento; los árboles estaban cargados con
manzanas, la miel rebosaba en los panales y el grano estaba alto y henchido.
Muy entrado el otoño, la suerte de Gandalf comenzó a inquietar de nuevo a
Frodo. Terminaba septiembre y no había noticias del mago. El cumpleaños y la
mudanza se acercaban y no había aparecido ni había enviado ningún mensaje.
Comenzó el ajetreo en Bolsón Cerrado. Algunos amigos de Frodo llegaron para
ayudarlo a embalar: allí estaban Fredegar Bolger, Folco Boffin y los más íntimos:
Pippin Tuk y Merry Brandigamo. Entre todos dieron vuelta a la casa.
El veinte de septiembre, dos vehículos cubiertos partieron cargados hacia Los
Gamos, a través del Puente del Brandivino, llevando al nuevo hogar los enseres y
muebles que Frodo no había vendido. Al día siguiente Frodo estaba realmente
inquieto y clavaba los ojos afuera esperando a Gandalf. La mañana del jueves,
día de su cumpleaños, amaneció tan clara y brillante como aquella otra, de hacía
mucho tiempo, en ocasión de la fiesta de Bilbo. Gandalf no había aparecido aún.
En la tarde Frodo dio su fiesta de despedida: una cena muy pequeña, para él y
sus cuatro ayudantes, pero estaba preocupado y con poco ánimo para esas cosas.
El pensamiento de que pronto tendría que separarse de sus jóvenes amigos le
pesaba en el corazón. Se preguntaba cómo lo diría.
Los cuatro jóvenes hobbits estaban muy animados, sin embargo, y la reunión
pronto se hizo muy alegre, a pesar de la ausencia de Gandalf. El comedor
parecía vacío; tenía sólo una mesa y sillas; pero la comida era buena y el vino
excelente. El vino de Frodo no se había incluido en la venta a los Sacovilla-
Bolsón.
—Suceda lo que suceda con el resto de mis cosas, cuando los Sacovilla-