Page 85 - El Señor de los Anillos
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Torciendo al sudeste, comenzaron a trepar por el País de la Colina Verde, al sur
      de Hobbiton. Pudieron ver las luces de la villa parpadeando en el agradable Valle
      del Agua. La escena desapareció pronto entre los pliegues del suelo oscurecido y
      entonces vieron Delagua, a orillas del lago gris. Cuando la luz de la última granja
      quedó muy atrás, asomando entre los árboles, Frodo se volvió y agitó la mano en
      señal de despedida.
        —Me pregunto si volveré a ver ese valle otra vez —dijo con calma.
        Después de tres horas descansaron. La noche era clara, fresca y estrellada,
      pero unas nubes de bruma ascendían por las faldas de la loma desde los arroyos
      y las praderas profundas. Unos abedules de follaje escaso, que la brisa movía
      allá arriba, eran como una trama negra contra el cielo pálido. Devoraron una
      cena frugal (para los hobbits) y continuaron la marcha. Pronto encontraron un
      camino muy angosto, que ascendía y descendía y se perdía luego agrisándose en
      la oscuridad; era el camino a casa del Bosque y Balsadera de Gamoburgo. Subía
      desde el camino principal de Valle del Agua y zigzagueaba por las laderas de las
      Colinas  Verdes  hacia  Bosque  Cerrado,  una  región  salvaje  de  la  Cuaderna  del
      Este.
        Momentos después se hundían en una senda profunda, abierta entre árboles
      altos; las hojas secas susurraban en la noche. Al principio hablaban o entonaban
      una canción a media voz, pues estaban lejos ahora de oídos indiscretos. Luego
      continuaron en silencio y Pippin comenzó a rezagarse. Al fin, cuando empezaban
      a subir una cuesta se detuvo y se puso a bostezar.
        —Tengo tanto sueño —dijo— que pronto me caeré en el camino. ¿Pensáis
      dormir de pie? Es casi medianoche.
        —Creí que te gustaba caminar en la oscuridad —dijo Frodo—. Pero no corre
      tanta prisa; Merry nos espera pasado mañana, de modo que tenemos aún cerca
      de dos días. Nos detendremos en el primer lugar agradable.
        —El  viento  sopla  del  oeste  —dijo  Sam—.  Si  vamos  a  la  ladera  opuesta
      encontraremos  un  lugar  bastante  resguardado  y  cómodo,  señor.  Más  adelante
      hay un bosque seco de abetos, si mal no recuerdo.
        Sam conocía bien la región en veinte millas a la redonda de Hobbiton.
        En la cima misma de la loma estaba el sitio de los abetos. Dejando el camino,
      se metieron en la profunda oscuridad de los árboles que olían a resina y juntaron
      ramas secas y piñas para hacer fuego. Pronto las llamas crepitaron alegremente
      al pie de un gran abeto y se sentaron alrededor un rato, hasta que comenzaron a
      cabecear. Cada uno en un rincón de las raíces del árbol, envueltos en capas y
      mantas,  cayeron  en  un  sueño  profundo.  Nadie  quedó  de  guardia;  ni  siquiera
      Frodo temía algún peligro, pues aún estaban en el corazón de la Comarca. Unas
      pocas criaturas se acercaron a observarlos luego que el fuego se apagó. Un zorro
      que  pasaba  por  el  bosque,  ocupado  en  sus  propios  asuntos,  se  detuvo  unos
      instantes, husmeando.
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