Page 87 - El Señor de los Anillos
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pequeños grupos de árboles que en la distancia se confundían en una parda
bruma boscosa. Estaban mirando por encima del Bosque Cerrado hacia el río
Brandivino. El camino se alargaba como una cinta.
—El camino no tiene fin —dijo Pippin—, pero yo necesito descansar. Es la
hora del almuerzo.
Se sentó al borde del camino, mirando hacia el brumoso este: más allá estaba
el río y el fin de la Comarca donde había pasado toda la vida. Sam permanecía
de pie junto a él; los ojos redondos muy abiertos, pues veía tierras que nunca
había visto, un nuevo horizonte.
—¿Hay elfos en esos bosques? —preguntó.
—Que yo sepa, no —respondió Pippin.
Frodo callaba. También él miraba hacia el este a lo largo del camino, como si
no lo hubiese visto nunca. De pronto dijo pausadamente y en voz alta, pero como
si se hablara a sí mismo:
El Camino sigue y sigue
desde la puerta.
El Camino ha ido muy lejos,
y si es posible he de seguirlo
recorriéndole con pie fatigado
hasta llegar a un camino más ancho
donde se encuentran senderos y cursos.
¿Y de ahí adónde iré? No podría decirlo.
—Me recuerda un poema del viejo Bilbo —dijo Pippin—. ¿Es una de tus
imitaciones? No me parece muy alentadora.
—No lo sé —dijo Frodo—. Me llegó como si estuviese inventándola, pero
debo de haberla oído hace mucho tiempo. En realidad, me recuerda mucho a
Bilbo en los últimos años, antes que partiera. Decía a menudo que sólo había un
camino y que era como un río caudaloso; nacía en el umbral de todas las puertas,
y todos los senderos eran ríos tributarios. « Es muy peligroso, Frodo, cruzar la
puerta» , solía decirme. « Vas hacia el camino y si no cuidas tus pasos no sabes
hacia dónde te arrastrarán. ¿No entiendes que este camino atraviesa el Bosque
Negro, y que si no prestas atención puede llevarte a la Montaña Solitaria, y más
lejos aún y a sitios peores?» Acostumbraba decirlo en el sendero que pasaba
frente a la puerta principal de Bolsón Cerrado, especialmente después de haber
hecho una larga caminata.
—Bien. El camino no me arrastrará a ningún lado, al menos durante una hora
—dijo Pippin, descargando el fardo.
Los otros siguieron su ejemplo. Apoyaron los bultos contra el terraplén y
extendieron las piernas sobre el camino. Descansaron, almorzaron bien y luego
descansaron de nuevo.