Page 880 - El Señor de los Anillos
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colina; y el viento helado que soplaba de las montañas era como el aliento de una
      legión de espectros. Aragorn desmontó, y de pie junto a la Piedra, gritó con voz
      potente:
        —Perjuros ¿a qué habéis venido?
        Y se oyó en la noche una voz que le respondió, desde lejos:
        —A cumplir el juramento y encontrar la paz.
        Aragorn dijo entonces:
        —Por fin ha llegado la hora. Marcharé en seguida a Perlargir en la ribera del
      Anduin,  y  vosotros  vendréis  conmigo.  Y  cuando  hayan  desaparecido  de  esta
      tierra  todos  los  servidores  de  Sauron,  consideraré  como  cumplido  vuestro
      juramento, y entonces tendréis paz y podréis partir para siempre. Porque yo soy
      Elessar, el heredero de Isildur de Gondor.
        Dicho esto, le ordenó a Halbarad que desplegase el gran estandarte que había
      traído;  y  he  aquí  que  era  negro,  y  si  tenía  alguna  insignia,  no  se  veía  en  la
      oscuridad. Entonces se hizo el silencio; ni un murmullo ni un suspiro volvió a oírse
      en toda aquella larga noche. La compañía acampó en las cercanías de la piedra,
      aunque  los  hombres,  atemorizados  por  los  espectros  que  los  cercaban,  casi  no
      durmieron.
        Pero cuando llegó la aurora, pálida y fría, Aragorn se levantó; y guió a la
      compañía en el viaje más precipitado y fatigoso que ninguno de los hombres,
      salvo él mismo, había conocido jamás; y sólo la indomable voluntad de Aragorn
      los sostuvo e impidió que se detuvieran. Nadie entre los mortales hubiera podido
      soportarlo, nadie excepto los Dúnedain del Norte, y con ellos Gimli el enano y
      Legolas de los elfos.
        Pasaron  por  el  Desfiladero  de  Tarlang  y  desembocaron  en  Lamedon,
      seguidos por el Ejército de los Espectros y precedidos por el terror. Y cuando
      llegaron a Calembel, a orillas del Ciril, el sol descendió como sangre en el oeste,
      detrás de los picos lejanos del Pinnath Gelin. Encontraron la ciudad desierta y los
      vados abandonados, pues muchos de los habitantes habían partido a la guerra, y
      los demás habían huido a las colinas ante el rumor de la venida del Rey de los
      Muertos. Y al día siguiente no hubo amanecer, y la Compañía Gris penetró en las
      tinieblas de la Tempestad de Mordor, y desapareció a los ojos de los mortales;
      pero los Muertos los seguían.
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