Page 55 - III Concurso Literario
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Al llegar a mí nueva escuela, no conocía a nadie pero estaba feliz, nunca había estado
tan feliz. Todos se acercaron para preguntarme mi nombre y yo contestaba:
-Santino, ¿y vos?
Los primeros días tuve un solo amigo pero después fui teniendo más y más. Llegué a tal
punto que nadie me caía mal y yo no le caía mal a nadie. Me conocían como el que se
reía siempre.
Mi vida cambió completamente, este ser me la había cambiado. Ahora tenía todas las
mañanas ganas de ir al colegio, me levantaba de un salto para ver a mis amigos. En las
tareas todos me pedían que la hiciéramos juntos, en los equipos me elegían primero,
nunca estaba solo. Se lo conté a mis papás y se pusieron felices por mí y me dijeron que
si yo estaba contento, ellos también lo estarían.
Llegó el temible día; el día en que tenía que confesar que tenía alas. Ya era el momento,
no lo iba a poder ocultar de por vida. Confié en esa voz y no dudé. Cuando llegué al cole,
antes de empezar la clase, me paré en frente de todos, le pedí permiso a la maestra y
dije:
-Chicos, ya tengo confianza con ustedes y les quiero contar algo.
-¡Sí! -gritaron todos al mismo tiempo- Queremos conocerte un poco más.
-Miren, tengo alas- exclamé sacándome el buzo.
Todos se quedaron con la boca abierta, les encantaron. Ese día fui el centro de atención y
en el recreo me pidieron que se las muestre mejor. A ellos les hubiese encantado tener
alas.
-Santi, ¿podes volar? -me dijo tímidamente un amigo con el que tenía confianza- ¡Yo
quiero ver!
Eso hice. Estuvo buenísimo, era la primera vez que usaba mis alas. Siempre había
querido volar y recorrer el mundo ya que si tengo alas las tengo que disfrutar, pero tenía
miedo de que me hicieran burla o de caerme. Pero esta vez todos me aplaudieron y le
vieron el lado positivo. Esa tarde me fui a mi casa volando. Todos me saludaban desde
abajo.
Mis papás estaban orgullosos de que yo fuese de verdad quien soy. Ese día aprendí que
si vos sabes muy bien lo que sos, no te va a importar lo que los demás piensen de vos.
Después, no sé si es que mis amigos se fueron alejando de mí porque al contarle a sus
papás que yo tenía alas le dijeron que se alejen o qué, pero no importa. No se puede ser
mejor amigo de todos. Aunque mis verdaderos amigos se quedaron en las buenas, en las
malas y pasamos por millones de momentos juntos.
Así terminó mi vida, feliz y con muchos amigos. Siempre que iba a hacer algo lo pensaba
antes para no herir al otro, pensaba si me gustaría que me lo hicieran a mí, ya que no me
gustaría que a una persona la traten mal como lo hicieron conmigo. Así, no tuve ningún
problema con nadie.
Tuve que pasar por todo esto para poder terminar siendo una buena persona y lo
agradezco. Todo lo que me pasó fue para aprender algo, aunque a veces no lo creía, pero
sí. La vida fue un constante aprendizaje. Ahora de viejo lo entiendo bien.
El doble