Page 105 - Casados o Cansados
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¿por  qué  te  subiste  con  los  zapatos  sobre  la  silla?,    ¿No  te  dije  que
                        comprarás  bombillos  de  cien  voltios  y  ahora  me  vienes  con  los  de

                                                     sesenta voltios?,  ¡Tienes la cabeza en el limbo!”

                        Uno de los errores en los que incurre la pareja es que piensan que
                        no hay necesidad de agradecer al otro, ya que el otro tiene la obligación
                        de  hacer  las  cosas  que  le  corresponden  como  parte  de  esta  sociedad,
                        pero no es así, si quieren unir sus corazones deben valorar al compañero
                                                                                    por todo lo que haga.

                        Digamos que el marido está de viaje y la esposa le pide a su tío
                        que  ya  que  va  al  supermercado  si  por  favor  le  puede  traer  ciertas
                        verduras que necesita. Cuando éste venga con la compra, la mujer lo
                        recibirá sonriente y agradecida aunque los tomates que le haya traído
                        estén demasiado maduros o se le haya olvidado algo de lo que le pidió
                                     en la lista, pero si eso pasara con el esposo, otro gallo cantaría.

                         “Cuentan que una vez vino un recién casado al Rabino quejándose de que ya

                          no podía más con su esposa, ya que cada dos por tres se compraba zapatos nuevos,


                           una falda, una blusa, etc. mientras él no tenía suficiente dinero para esos gastos, -

                            “¡no entiendo para que ella necesita tanta ropa!” El Rabino le preguntó: -“¿acaso

                            acostumbras a elogiarla por lo que se pone y decirle qué bien se ve?” –“No, para


                            qué decirlo, ella  ya sabe que se ve bien”. –“No es así, elógiala y se corregirá, ya

                                   que ella se la pasa comprando cosas  para compensar tu falta de  atención”.



                        A los dos meses se encontró de nuevo con el Rabino y le comentó
                        que  ahora  tenía  un  nuevo  problema:  -“desde  que  la  elogié,  ¡no  se
                                                                                   cambia esa prenda!”

                        Cuanto más nos valoremos elogiemos el uno al otro, cada vez nos
                        querremos  más.  Qué  agradable  es  sentarse  alrededor  de  la  mesa  de

                        Shabat, todos bien vestidos, con manjares en la mesa, (leyendo el libro
                        Las alturas de mi Pueblo)   uno elogiando al otro, el marido felicitando
                         a  la  mujer  por  lo  bien  que  luce  y  lo  rica  que  está  la  comida  y  ella
                        contestándole que también él se ve muy elegante, mucho más joven de
                        lo  que  es  y  ambos  felicitando  a  los  hijos  por  las  buenas  notas  que
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