Page 15 - tan bueno como el pan
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David Franco




                     y otra parte del mundo. Por eso nuestros misioneros irán a Roma para recibir del Papa el
                     mandato que Jesús dio a sus apóstoles: vayan por el mundo y prediquen el evangelio por
                     todas partes”.
                        Efectivamente, antes de zarpar a Buenos Aires, Pane y el resto de salesianas y salesianos
                     misioneros primero tenían que hacer una escala en Roma, la Ciudad Eterna, donde vivía
                     el Papa.

                        Por aquellos años, Roma vivía muchos cambios. Cuando Carlos Pane era niño, Roma
                     aún era la capital de los Estados Pontificios, un reino gobernado por el Papa. Pero la
                     Unificación Italiana cambió todo eso. El nuevo Reino de Italia se anexó los territorios
                     hasta entonces gobernados por el Papa, incluida Roma, que pasó a ser la nueva capital
                     italiana. En protesta, el Papa Pío IX se negó a salir del Vaticano en lo que le restara de vida.
                        Hasta allá lo fueron a ver los misioneros salesianos. En el Vaticano, Pío IX los recibió en
                     una audiencia y les dio su bendición.

                        Todo parecía ir bien para los expedicionarios, quienes disfrutaban sus últimos momentos
                     en Europa, antes de cruzar el Atlántico rumbo a Sudamérica. Pero mientras paseaban por
                     Roma, Carlos Pane se comenzó a sentir mal. Fue durante la visita a las catacumbas de San
                     Calixto cuando se dio cuenta de que tenía mucha fiebre.
                        Madre María Mazzarello, superiora de las Hijas de María Auxiliadora, acompañaba al
                     grupo durante su estancia en Roma. El invierno europeo se acercaba y, debido al frío,
                     llevaba un chal para abrigarse. Ella fue la primera en percatarse del malestar del joven
                     misionero. Sin pensarlo, se quitó el chal y se lo ofreció al tembloroso Pane, que ya estaba
                     con escalofríos.

                        Carlos Pane se sintió algo retraído ante el ofrecimiento de la madre Mazzarello. En un
                     inicio se disculpó de no poder recibirlo, pensando que era incorrecto que un joven lleno
                     de energía privara de una prenda necesaria a una superiora que le doblaba la edad. Pero
                     la madre Mazzarello, viendo su estado, le insistió con respetuosa firmeza que se lo pusiera
                     sobre las espaldas. Pane finalmente aceptó. Con el chal de la santa mujer como abrigo, fue
                     conducido al médico, quien le diagnosticó una enfermedad grave: paludismo.
                        Carlos Pane fue internado en el hospital de los hermanos de San Juan de Dios de Roma.
                     Afortunadamente mejoró. Pero cuando fue dado de alta, sus compañeros de misión ya no
                     estaban: habían tenido que encaminarse al puerto de Génova. Allí los esperaba Don Bosco
                     para la despedida final.









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