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CAPÍTULO Iº

           INICIO DE UNA INVESTIGACIÓN

               Para  quienes  hemos  hecho  de  la  investigación  piramidal  un  sacerdocio,  por  más  que  nos  esforcemos,  terminamos
           comprendiendo que somos meros discípulos de quienes nos dejaron la inmensa enseñanza piramidal. Nosotros hemos
           hecho el camino «fácil», es decir el deductivo, no el inductivo. No inventamos nada, sólo descubrimos el Antiguo Legado.
               No inventamos la pirámide, ni siquiera sus usos y aplicaciones, sino que hemos deducido el «porqué» y el «para qué»
           las hicieron. Sabemos que tienen hasta usos parapsicológicos, de los que haré la referencia más clara posible, pero para
           poder  entender  el  "más  allá",  hay  que  conocer  el  "más  acá".  Y  luego  de  desvelar  los  asuntos  físicos  y  presentar  los
           históricos, podremos pasar a la cuestión parapsicológica con mejor fundamento y elementos de comprensión.
               Quienes hayan sido los que nos dejaron ese maravilloso legado, nos dejaron mucho más de lo que pueden imaginar los
           materialistas en cualquier ciencia, pero para poder profundizar lo paranormal, lo mágico y los Sagrado de las Pirámides,
           hemos de empezar por sus cimientos científicos. Este libro apunta a que el Lector -aunque deba repasarlo algunas veces-
           obtenga con la comodidad de la lectura lo que nosotros tardamos décadas en deducir, pero no para que se quede ahí, en
           lo que ya sabemos. Sino para que PARTICIPE en el desafío de realización que las pirámides, desde la remanida "noche
           de los tiempos" (simplemente nuestra ignorancia del pasado), nos vienen proponiendo.

               Esta  civilización  nuestra,  más  propensa  a  construir  «castillos  de  naipes  habitables»  y  máquinas  de  matar,  que  a
           construir cosas trascendentes, aún no llega a los tobillos de quienes hicieron esas Obras. Pero dejando las comparaciones
           imposibles,  cabe  establecer  algunas  comparaciones  más  objetivas,  entre  las  diferentes  culturas  constructoras  de
           pirámides,  que  nos  dan  una  «lección  esotérica»  íntimamente  relacionada  a  las  otras:  arquitectónicas,  sociales,
           económicas, matemáticas, físicas, geométricas, etc..
               En cuanto a las comparaciones físicas entre egipcios, mayas y chinos, que tienen las mayores pirámides, hay varias
           cosas demasiado llamativas para atribuirlas a la «casualidad», pero respecto a las pirámides chinas nos faltan datos para
           contrastar. En ese gran país hay cerca de ochocientas pirámides clasificadas, y un estudio profundo de las mismas está
           por el momento fuera de nuestro alcance, especialmente porque parecen ser mucho más antiguas que las egipcias y las
           mayas, pero es difícil acceder a las regiones que las albergan, merced a cuestiones políticas que espero poder sortear
           próximamente.  Dejando  de  lado  las  discusiones  de  fechas  y  métodos  constructivos,  donde  la  arqueología  oficial  y  la
           heterodoxa discrepan en casi todo, veremos en este libro algunos asuntos esotéricos de actualidad, que pueden darnos
           pistas para estudios más profundos.

               Por  ejemplo:  Es  bien  sabido  en  México  que  hay  grupos  místicos  y/o  esotéricos  con  algunos  siglos  de  antigüedad
           constatable, que dicen conservar la flor y nata de las enseñanzas de los antiguos dueños de las pirámides y cada año, en
           diferentes fechas -especialmente en las equinocciales del 21 de marzo- son atacados desde hace unas cuatro décadas,
           por otros grupos representantes de una «New Age» más propensa a tirar piedras que a armonizar, impidiéndoles realizar
           sus ritos tradicionales. El problema básico consiste en el uso de los lugares (en especial el Templo de Quetzalcóatl, y las
           pirámides del Sol y de la Luna) en momentos determinados durante el pleno del equinoccio. Imagine el lector a más de
           diez mil personas ocupando todo lugar posible en una pirámide, y otras diez mil intentando echarlos para ocupar su lugar.
           Las  autoridades  han  asignado  vigilancia  a  este  problema  y  los  líderes  de  las  agrupaciones  antagónicas  han  logrado
           algunos acuerdos, gracias a que han coincidido en dos puntos fundamentales:
               1) Desde el medio día anterior y hasta un día completo después del equinoccio, los rituales tienen igual efecto.
               2) Que los fines perseguidos son idénticos, aunque posean diferentes conceptos y conocimiento sobre los efectos.
               En Egipto la cosa es menos conciliable, porque la disputa está entre las órdenes esotéricas (o grupos místicos) y el
           Estado, que no permite tampoco la investigación libre, sino bajo la exclusividad de sus "guardianes", que dictaminan lo que
           se revela y lo que no, ocultando la mayor parte de los descubrimientos, a fin de que estos no sigan erosionando las teorías
           oficiales.  Ahora  vamos  al  terreno  interesante:  Si  esto  ocurre  en  el  presente,  con  las  distorsiones  del  conocimiento  y
           objetivos fundamentales, es por causas políticas, económicas, intereses de protagonismo particular, etc..

               Pero en el pasado bien se habrían puesto de acuerdo los sacerdotes mayas o aztecas con los egipcios, y aún con los
           mismísimos constructores de las pirámides (que para muchos disidentes de la oficialidad científica -como el autor- son por
           milenios,  anteriores  a  los  egipcios,  mayas,  aztecas  y  todas  las  culturas  conocidas).  ¿Cómo  sería  posible  llegar  a  un
           acuerdo?. Pues mediante la pura praxis. En el «porqué» y el «para qué» están todas las claves. Sin detenernos en discutir
           si los efectos físicos producen efectos psíquicos y/o viceversa, ni en las repercusiones religiosas y sociales posteriores,
           veamos lo que los sacerdotes, reyes y faraones, de ambas culturas experimentaban en las pirámides:

               A) Durante todo el año, pero muy intensificado en los momentos equinocciales por causa de los cambios magnéticos de
           la  atmósfera,  dentro  de  las  pirámides  se  experimentan  efectos  físicos  variados  (dependiendo  de  cada  organismo).  En
           general son desagradables o nulos en un primer momento, para luego sentir mayor vitalidad, analgesia en traumatismos,
           desaparición -a veces sintomática, otras veces definitiva- de problemas reumáticos (definitiva cuando la permanencia se
           prolonga  lo  suficiente),  recuperación  del  tono  muscular,  desaparición  de  procesos  infecciosos  debido  a  las  notables
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