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Ese tema -que venía germinando en mi mente desde hacía cinco años- se convirtió en mi primera batalla de disidencia
           cuando en el primer año de la escuela secundaria (contaba ya con trece) tuve la primera discusión académica en toda
           regla, con la profesora de Historia. Tuve suerte al hallarme frente a una persona que aún convencida de la veracidad de la
           historia oficial, la Dra. Isabel Prandina amaba la investigación. En vez de censurarme me alentó a investigar más, hasta
           demostrar que mi postura era correcta. Me advirtió que demostrar que las pirámides no eran tumbas sería algo muy difícil,
           pero tras oír mis argumentos empezó a interesarse y me proporcionó mucho más material sobre pirámides que lo que
           había en los libros de mi padre y los míos. Al año siguiente leí un pequeño artículo en un periódico, donde el mendocino
           Lic.  Julio  Gutiérrez  explicaba  una  teoría  sobre  otros  usos,  en  base  a  los  ya  conocidos  experimentos  de  Drbal  y  otros
           investigadores prácticos.

               Comencé  una  serie  de  experimentos  que  resultó  apasionante  a  pesar  de  que  la  mayoría  eran  fracasos,  porque  me
           faltaban datos de cómo hacer que las pirámides (casi todas de cartón) funcionasen correctamente.
               No  decía  aquel  artículo  que  la  pirámide  debe  estar  orientada,  es  decir  con  una  cara  exactamente  hacia  el  Norte
           magnético. Supe de esto y mucho más en una conferencia que dio el mismo investigador, el Lic. Julio Gutiérrez, casi tres
           años  después,  sin  las  limitaciones  de  una  columna  en  el  periódico.  Así  que  tras  echarle  en  cara  aquella  falta  de
           información sobre la orientación, nos hicimos Amigos y empecé una nueva etapa de experimentos donde los fracasos sólo
           ocurrían por usar materiales inadecuados a la finalidad, por no saber medir las proporciones entre densidad de la pirámide
           y masa del material expuesto, por existir puntos de influencia telúrica donde no funcionan las pequeñas pirámides, etc.
               Empecé  a  llevar  anotaciones  muy  meticulosas  que  me  permitieron  encontrar  algunas  causas  de  los  fenómenos,  y
           aunque no en la profundidad necesaria como para dar pruebas de que las pirámides eran elementos de alta tecnología, los
           simples  efectos  significaban  ir  en contra de las  afirmaciones  de la arqueología oficial  y  sostuve una  importante  batalla
           interior.  Al  comprender  poco  a  poco  que  ir  en  contra  de  lo  que  afirma  la  mayoría  puede  ser  peligroso  si  uno  está
           equivocado  y  aún  más  si  uno  está  en  lo  cierto,  tuve  un  serio  conflicto  mental.  Sostener  la  autoconfianza  en  el  propio
           discernimiento es algo muy difícil a esa edad en que la mente va desarrollándose con las mismas sorpresas que el cuerpo.

               La "Gran Iniciación Piramidal", que me resolvió a seguir adelante ya sin vacilaciones de ninguna clase, vino en este tema
           como en otros, mediante unas palabras de mi padre, que empezó a participar de mis experimentos: "Si tienes suficiente
           coraje para enfrentarte al mundo y pensar por tí mismo a pesar de la opinión ajena, podrás llegar a ser alguien, aunque
           sólo sea para ti mismo. Pero si vives supeditado al qué dirán y a las creencias de los demás, vas a ser un pobre mediocre,
           un engañado más en el mundo...". Palabras más o menos, eso me dijo en el momento justo y se acabaron los temores a
           enfrentarme con lo desconocido y con la opinión general. Las burlas de mis amígueles y compañeros de escuela dejaron
           de  importarme,  aunque  también  desaparecieron  porque  comprendí  que  no  debía  hablar  de  cosas  que  -aunque  podía
           demostrar algunos efectos- aún no estaba en condiciones de explicar con amplitud y claridad.


           MOMIAS Y PIRÁMIDES

               Cierto es que el efecto más inmediatamente notable -incluso en pirámides pequeñas- es la momificación de la materia
           orgánica muerta, pero también habla la egiptología ortodoxa sobre los métodos de taxidermia empleados por los egipcios,
           y en ningún momento dicen de que hayan usado pirámides para momificar a sus muertos. En cambio describen toda la
           técnica para embalsamar y saben exactamente en qué sitios lo hicieron.
               O sea que no existe relación alguna entre las momias y las pirámides en Egipto, México, Perú o China. ¿Cómo se
           explica entonces que la literatura y la cinematografía se hayan empeñado largamente en mezclar los tantos? La mayor
           parte de la gente, incluso con buen nivel académico, da por hecho que las momias se encuentran en las pirámides. Para la
           egiptología oficial, aceptar que las pirámides pudieran haber sido construidas para conservar o momificar cadáveres (la
           única  relación  teórica  posible),  obligaría  a  dar  explicaciones  de  cómo  pudieron  saber  eso  los  egipcios  y  aún  así,  no
           explicaría  en  modo  alguno  el  método  constructivo,  sumido  aún  en  el  misterio.  Por  otra  parte,  como  está  muy  bien
           demostrado,  no  es  necesaria  una  inmensa  mole  como  la  G.P.  (Gran  Pirámide)  para  momificar  un  cadáver.  Hubiera
           bastado una de cinco o seis metros de altura. No sé si los egipcios desconocieran esa propiedad de la pirámide, pero
           evidentemente, no las usaron para momificar a nadie. Así que la pregunta me acuciaba persistentemente:
               ¿Cuál  fue  el  propósito  real  de  los  constructores  de  estas  edificaciones,  las  más  colosales  jamás  hechas  por  los
           hombres? Quién las ha construido, era para mí una incógnita y sigue siéndolo, pero hace tres décadas tenía ya muy claro
           que los egipcios, con todo el respeto que inspira semejante civilización, no podían hacer una obra de esa envergadura.
           Hay decenas de teorías al respecto. Pero personalmente me interesaba descubrir el "Para qué", más que el "quiénes". Ya
           se sabía hace tres décadas que no era posible construir la Gran Pirámide para los egipcios, porque no es cosa de medir
           con sogas,  hacer a  ojo un  estudio  topográfico  para  tal montaña  artificial, ni  pudieron ser  suficientes los conocimientos
           matemáticos, arquitectónicos y astronómicos, para realizar un trabajo que tiene error de 19 centímetros en un cuadrado de
           230 metros... O sea, menor que los que cometerían nuestros mejores ingenieros si pudieran hacer una réplica a igual
           escala, aún usando la mejor tecnología óptica, goniometría, ordenadores y todo el arsenal tecnológico moderno.
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