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porque los científicos avanzados tienen la peor de las famas: El público no los conoce para nada, pero los poderosos les
siguen permanentemente el rastro. Muchas veces terminan esclavos de ellos o muertos, para evitar que trabajen para la
competencia. Tal "competencia", a nivel de Estados, suelen ser países potencialmente enemigos, pero peores suelen ser
las competencias entre las multinacionales y sus laboratorios privados.
Encargamos a un chapista y carpintero la construcción de cinco pirámides más y nuestro laboratorio empezó a trabajar
inmediatamente. Roberto y Herminio trasladaron sus aparatos y complejo equipo, quedando la pirámide más potente para
mi uso personal. Sólo durmiendo en ella todo el tiempo posible (que no era mucho), me fui olvidando de la artrosis y cinco
meses después de estar a punto de pasar al quirófano, hice algunas pruebas de ciclismo bastante duras, sin dolores ni
molestias. Hasta el día de hoy no padezco reuma ni ninguna peste, habiéndome recuperado de cinco esguinces graves, de
las que no he tenido secuelas. Tres años después estaban casi agotados mis recursos económicos, así que estábamos
pensando en suspender las investigaciones. Pero tras una de las más duras expediciones en la selva (exploraba minerales
preciosos), volví con los bolsillos llenos y la salud vacía. Tenía diarreas continuas y dolorosas; se me diagnosticó colitis
ulcerosa, producida por alguna de las catorce bacterias infecciosas que pillé bebiendo aguas contaminadas.
Por si fueran poco las bacterias, tenía veintitrés parásitos intestinales diferentes, de los cuales uno era el causante de algo
peor que la propia colitis: "Schistosomiasis" (infección del terrible Cycloprimum exile) más vulgarmente conocido como
Trematodes innominis con sus cuatro variantes. En peces y batracios, este parásito causa alteraciones en el ADN,
modificando sus aletas, patas, dentición, etc. En humanos es mortal en pocos días o semanas, por deformación de la
química hepática, alteración del ADN de algunas hormonas, leucemia aguda (de etiología desconocida hasta 1981), etc.
El biólogo me dijo que si no me sometía a una terapia intensiva, con lavado de intestinos y de sangre incluida, sería
prácticamente "leucémico" en menos de quince o veinte días. El médico de cabecera fue aún menos optimista.
Ante la gravedad del caso empecé a tomar todo lo que me recetaban, pero tuve terror de caer en el quirófano. No era una
enfermedad de la que tuvieran mucha experiencia los médicos. Uno de ellos, muy honestamente me dijo que ante la
estadística registrada, tenía pocas posibilidades con la medicina alopática y que seguramente tendrían que cortarme parte
del intestino para paliar temporalmente la colitis ulcerosa. El tratamiento para eliminar el Trematodes era en parte
incompatible con el de la colitis, así que los antibióticos me estaban dejando sin flora intestinal y perdiendo muchos kilos, a
pesar del reposo y la alimentación. Decidí hacer un tratamiento fitoterapéutico y el mismo terapeuta me recomendó
complementar con alguna otra cosa, que pudiera desinfectar sin efectos secundarios. Tampoco sabía él, cómo atacar al
mismo tiempo las bacterias y el parásito sin tener antidotismos e incompatibilidades.
Le dije que lanzásemos el tratamiento exclusivamente contra el parásito, porque yo me encargaría de las bacterias que
causaban la colitis. Me dio una dieta y medicamentos para este fin (mebendazol como principal antiparasitario, abundante
ajo crudo, aceite esencial de cebolla y otras cosas que me preparaba él), y al mismo tiempo me sujeté a una terapia
piramidal intensiva, pasando más de veinte horas dentro de la pirámide más densa, de 3,2 m. de lado, con 1.358 Kg. de
peso (unos doscientos kilos de aluminio por metro cúbico), a la que llamábamos "HP" por "Horno Purificador". Con ella me
había curado a fines de 1984 una marcada artrosis deformante, y en esta ocasión tenía más confianza. El tratamiento de
ingestas dirigido contra el parásito y la actividad bacteriostática de la pirámide, dieron resultado conjunto y sin
incompatibilidades.
Las funciones intestinales se fueron regulando y al cabo de dos meses desapareció todo síntoma de enfermedad. Los
resultados de análisis a las dos semanas posteriores al inicio fueron sorprendentes, pero los del último análisis dejaron a
los médicos boquiabiertos. Aún viendo mi salud restablecida (ya no estaba "en los huesos" y había recuperado casi la
normalidad de mi peso) y a pesar de los resultados en sus microscopios, no podían aceptar que me había curado con
fitoterapia y pirámide. Aquel resultado me obligó a nuevos esfuerzos para continuar manteniendo un tiempo más el
laboratorio, pero más consciente cada vez de la ceguera de algunos médicos fanáticos a ultranza de la alopatía, a los que
empecé a llamar "medico-merciantes", porque se rigen más por el vademecum comercial que por lo aprendido en la
universidad y el contacto con los pacientes.
Tras esa segunda lección terapéutica recién empezábamos a entender al menos uno de los "porqué" de las construcciones
de pirámides en la antigüedad y aunque mi interés inicial era exclusivamente la cuestión histórica, empezamos a prever
posibles usos masivos de pirámides como elemento terapéutico. Como pasaba la vida viajando, no dormía siempre en las
pirámides, pero el equipo había continuado gracias a algunos aciertos importantes en las exploraciones minerales. Incluso
se había aumentado, con la asistencia de Herminio Sánchez Gómez, (Herminio II ) un matemático excelente que se
ocupaba en la revisión de cálculos de los físicos. Los análisis biológicos se encargaban individualmente a diferentes
laboratorios, causando siempre asombro, pero para ese entonces manteníamos en secreto lo que hacíamos y el origen de
las muestras. De esta manera nos ahorrábamos burlas de necios y teníamos en ese campo, informes de resultados
absolutamente imparciales.
A principios de 1991, con mis arcas personales vacías y mucho cansancio de seis años sin parar, dimos por finalizada la
investigación. Ya tenía algunas de las respuestas más importantes que deseaba y los físicos también. Ellos habían podido