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propiedades bacteriostáticas y coadyuvantes de los procesos naturales del agua, verificables en las pirámides. No
descarto que el factor psicológico contribuya en buena medida en algunos casos.
B) Y aquí, algo más importante para un individuo sano: Los desarrollos psíquicos, aparte de la óptima conservación de
la salud. En realidad, nuestro potencial psíquico está condicionado al funcionamiento orgánico. Si nuestro cerebro no logra
desarrollar plenamente sus facultades, esto se debe a que está condicionado por dos factores: Psicológico; por la
educación y la programación mental a que estamos sometidos (que bien podemos librarnos de ella con esa «Santísima
Trinidad» de Amor, Inteligencia y Voluntad, que los griegos sintetizaban en la CATARSIS o "purificación") y Químicamente:
Estamos afectados por muchas influencias que entorpecen nuestro «Puente de Mando» cerebral.
No me refiero al grosero efecto de las drogas o el alcohol, sino a factores tan comunes como la distribución de las
moléculas de agua, las perturbaciones magnéticas, acrecentadas modernamente con el uso irracional de la electricidad,
los ordenadores, la telefonía móvil y sus peligrosas antenas, edificaciones geopatógenas y otras influencias. Si hacemos
que todas las moléculas de agua de nuestro cuerpo obtengan el máximo de tensioactividad natural, éstas harán que la
perfección del funcionamiento químico del cuerpo sea una realidad. Pues eso es lo que ocurre, y su efecto en nuestro
cerebro es una funcionalidad óptima. Con un cerebro funcionando en plena armonía con las disposiciones del plan para el
que fue creado, es lógico que sus potencialidades se desarrollen con menos obstáculos, facilitándonos la
Catarsis (purificación psicológica) o cualquier actividad psíquica. Si pensamos con mayor claridad, tenemos medio
ganada toda batalla contra cualquier obstáculo. No veo que los constructores de las grandes pirámides hayan hecho esas
obras sobrehumanas para decir a las generaciones posteriores un mensaje tan paupérrimo como: "He aquí la genialidad
de nuestros arquitectos", o "He aquí la grandeza de nuestro gobernante".
Viendo y experimentando en carne propia los efectos, mediante pirámides a escala, comprendo -ya no en teoría sino en
pura práctica- que el mensaje no es fácil de expresar en palabras, aunque he aceptado el desafío de escribir este libro
para explicarlo. ¿Cómo podría explicar a una civilización cuyos máximos valores se miden en "dinero", los beneficios
psíquicos, espirituales y Humanamente Trascendentes de las pirámides?. El mensaje físico más elocuente puede
traducirse como "Curad a vuestros enfermos de todas estas pestes..." y basta aplicar las dimensiones piramidales,
materiales adecuados y reglas de orientación, para que todo ese "esoterismo" sea la cosa más evidente del mundo, ante
una gran cantidad de enfermedades. Advierto nuevamente que la pirámide no es una panacea universal absoluta, sino un
elemento que sirve terapéuticamente para combatir un amplio espectro de dolencias ya bien determinadas; en otras es
innocua y hay un buen número de enfermedades que no se sabe si pueden tratarse con éxito (por simple falta de
casuística y experimentación). En Revolución Terapéutica de las Pirámides, escribimos el Dr. Ulises Sosa Salinas y yo
ampliamente sobre lo terapéutico, pero este libro trata de aspectos más generales, antropológicos e históricos. El mensaje
psíquico sólo puede recibirlo realmente quien lo experimente viviendo o durmiendo en una pirámide, porque sus
experiencias llenarían gruesos libros, debido a una armonización física gradual, que incluye un funcionamiento cerebral
óptimo. Dejamos esto para un capítulo especial. El mensaje esotérico (que nada tiene que ver con los delirios de los
místicos ni con las divagaciones de los teóricos) es la Trascendencia. Lo que en buen Cristiano, y según las escrituras, ha
de interpretarse puntualmente como "la Vida Eterna", y no un "estado post-mortem eterno”. Pero partiendo de un
perfeccionamiento de las funciones físicas, biológicas y fisiológicas. Y la pirámide es el Instrumento, réplica a escala de
una real molécula de Agua, que actúa por Ley de Correspondencia...
Si esta explicación le resulta incomprensible, por ahora, espero que no queden
dudas al terminar de leer este libro. Pero puede empezar el Lector haciendo una
maqueta de cartón a escala de la Gran Pirámide... Y comenzar sus propios
experimentos, porque de la misma manera que no es posible hacer comprender a un
niño la maravilla de una germinación si no la hace él mismo, tampoco es posible
comprender las maravillas de la pirámide si no las comprueba el Lector con sus
propias experiencias. Hasta el menor resultado práctico vale más que mil teorías.
Hace más de tres décadas, cuando era todavía un niño, los libros de historia y
ciencias exactas de mi padre me resultaban más atractivos que la mayoría de mis
otras ocupaciones, incluso más que los pasatiempos de esa edad. Con excepción del ajedrez, la bicicleta y la natación,
todo juego perdía valor ante esas ventanas atemporales al mundo que son los libros, incluso sobre las ventajas de internet.
Uno de esos libros me causaba especial atracción, por las excelentes fotografías de diversas pirámides del mundo y
porque las interpretaciones que hacía el autor, que me parecían un monumento al error y al absurdo, aunque mi
mentalidad crítica chocara con parte de mi familia y compañeros de escuela; hablar con ellos de estos temas terminaba en
mi obligado silencio. Aunque había oído a mis maestras de escuela primaria decir que se trataba de grandes tumbas,
sencillamente no les había tenido en cuenta, nunca les creí eso.
Viendo aquellas imágenes y los abundantes datos técnicos sobre su construcción, intuía que las impresionantes
pirámides no podían haber sido hechas para albergar un cadáver. Especialmente cuando en muy pocas han aparecido
restos humanos, que pudieron dejarse en cualquier época, y prácticamente nada de ajuar funerario. A pesar de algunos
hallazgos, noté siempre un anacronismo entre las estatuas y otros elementos hallados en las instalaciones periféricas de
las pirámides, con las obras en sí mismas.