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Mi padre me dijo en una ocasión que el respeto por la verdad es casi el fundamento de
toda moral. «Nada puede surgir de la nada», dijo. Y esto es un profundo pensamiento si
uno concibe hasta qué punto puede ser inestable «la verdad».
De Conversaciones con Muad’Dib, por la PRINCESA IRULAN
—Siempre me he vanagloriado de ver las cosas como realmente son —dijo Thufir
Hawat—. Esta es la maldición del Mentat. Uno no puede impedir analizar los datos.
El viejo y curtido rostro parecía calmado en la penumbra que precedía al alba,
mientras hablaba. Sus labios manchados de safo eran una línea recta de la que
irradiaban arrugas verticales.
El hombre embozado acuclillado en la arena ante él permaneció silencioso,
insensible en apariencia a sus palabras.
Ambos se hallaban bajo una cornisa rocosa que dominaba un vasto sink. La luz
del alba se difundía sobre las accidentadas rocas, tiñendo de rosa toda la depresión.
Hacía frío bajo la cornisa, un frío seco y penetrante dejado tras de sí por la noche. Se
habían levantado algunas ráfagas de viento cálido poco antes del amanecer, pero
ahora volvía a hacer frío. Los pocos soldados, los últimos residuos de sus fuerzas,
castañeteaban los dientes.
El hombre acuclillado ante Hawat era un Fremen que se había reunido con él,
atravesando el sink, a las primeras luces del alba, deslizándose literalmente por la
arena, ocultándose entre las dunas, apenas visible.
El Fremen tendió un dedo sobre la arena, entre ellos, y dibujó una figura. Parecía
un cuenco, con una flecha surgiendo de él.
—Hay muchas patrullas Harkonnen —dijo. Alzó el dedo y señaló hacia lo alto,
hacia las rocas de las cuales habían descendido Hawat y sus hombres.
Hawat asintió.
Muchas patrullas. Sí.
Pero no sabia aún lo que quería el Fremen, y esto le irritaba. El adiestramiento
Mentat se suponía que proporcionaba a un hombre el poder de leer las motivaciones.
Aquella noche que terminaba era la peor de toda la vida de Hawat. Se encontraba
en Tsimpo, un poblado de guarnición, puesto avanzado de la antigua capital, Carthag,
cuando habían llegado los primeros informes del ataque. Al principio, había pensado:
No es más que una incursión. Los Harkonnen están poniéndonos a prueba.
Pero los informes se habían ido sucediendo, cada vez más aprisa.
Dos legiones desembarcadas en Carthag.
Cinco legiones —¡cincuenta brigadas!— atacando la base principal del Duque en
Arrakeen.
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