Page 225 - Dune
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                                  Mi padre me dijo en una ocasión que el respeto por la verdad es casi el fundamento de
                                  toda moral. «Nada puede surgir de la nada», dijo. Y esto es un profundo pensamiento si
                                  uno concibe hasta qué punto puede ser inestable «la verdad».


                                                        De Conversaciones con Muad’Dib, por la PRINCESA IRULAN



           —Siempre me he vanagloriado de ver las cosas como realmente son —dijo Thufir
           Hawat—. Esta es la maldición del Mentat. Uno no puede impedir analizar los datos.

               El viejo y curtido rostro parecía calmado en la penumbra que precedía al alba,
           mientras  hablaba.  Sus  labios  manchados  de  safo  eran  una  línea  recta  de  la  que
           irradiaban arrugas verticales.

               El  hombre  embozado  acuclillado  en  la  arena  ante  él  permaneció  silencioso,
           insensible en apariencia a sus palabras.

               Ambos se hallaban bajo una cornisa rocosa que dominaba un vasto sink. La luz
           del alba se difundía sobre las accidentadas rocas, tiñendo de rosa toda la depresión.
           Hacía frío bajo la cornisa, un frío seco y penetrante dejado tras de sí por la noche. Se
           habían  levantado  algunas  ráfagas  de  viento  cálido  poco  antes  del  amanecer,  pero

           ahora volvía a hacer frío. Los pocos soldados, los últimos residuos de sus fuerzas,
           castañeteaban los dientes.

               El hombre acuclillado ante Hawat era un Fremen que se había reunido con él,
           atravesando el sink, a las primeras luces del alba, deslizándose literalmente por la
           arena, ocultándose entre las dunas, apenas visible.
               El Fremen tendió un dedo sobre la arena, entre ellos, y dibujó una figura. Parecía

           un cuenco, con una flecha surgiendo de él.
               —Hay muchas patrullas Harkonnen —dijo. Alzó el dedo y señaló hacia lo alto,

           hacia las rocas de las cuales habían descendido Hawat y sus hombres.
               Hawat asintió.
               Muchas patrullas. Sí.
               Pero no sabia aún lo que quería el Fremen, y esto le irritaba. El adiestramiento

           Mentat se suponía que proporcionaba a un hombre el poder de leer las motivaciones.
               Aquella noche que terminaba era la peor de toda la vida de Hawat. Se encontraba

           en Tsimpo, un poblado de guarnición, puesto avanzado de la antigua capital, Carthag,
           cuando habían llegado los primeros informes del ataque. Al principio, había pensado:
           No es más que una incursión. Los Harkonnen están poniéndonos a prueba.

               Pero los informes se habían ido sucediendo, cada vez más aprisa.
               Dos legiones desembarcadas en Carthag.
               Cinco legiones —¡cincuenta brigadas!— atacando la base principal del Duque en

           Arrakeen.




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