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a La Push eran mucho más pequeños que la posibilidad de perder a Jacob por culpa
de Sam.
Los peligros del solitario camino forestal merecían la pena. No era una visita
caprichosa para ver si pasaba algo. Sabía que pasaba algo. Era una misión de rescate.
Iba a hablar con Jacob, raptarle si era preciso. Había visto un reportaje de la PBS
sobre la desprogramación de aquellos a quienes han lavado el cerebro. Tenía que
haber algún tipo de cura.
Decidí que sería mejor telefonear antes a Charlie. Tal vez la policía se estaba
ocupando de lo que sucedía en La Push. Lo hice a toda mecha, deseosa de entrar en
acción.
Charlie contestó el teléfono de la comisaría en persona.
—Jefe Swan.
—Papá, soy Bella.
—¿Qué ha pasado?
Esta vez no podía despejar sus peores temores. Me temblaba la voz.
—Estoy preocupada por Jacob.
—¿Por qué? —preguntó sorprendido por lo inesperado del tema.
—Creo... Sospecho que se está cociendo algo raro en la reserva. Jacob me habló
de una cosa extraña que les había sucedido a otros chicos de su edad. Ahora se
comporta exactamente del modo que temía.
—¿Qué clase de comportamiento extraño? —empleó su tono profesional de
policía. Eso era bueno. Me estaba tomando en serio.
—Primero estaba asustado, y luego empezó a evitarme... Ahora temo que forme
parte de esa estrambótica banda de ahí abajo, la banda de Sam, la de Sam Uley.
—¿Sam Uley? —repitió Charlie, sorprendido de nuevo.
—Sí.
—Me parece que te equivocas, Bella —contestó con voz más relajada—. Sam
Uley es un chico estupendo, bueno, ahora ya es un hombre. Y un buen hijo. Deberías
oír hablar de él a Billy. En realidad, ya ha obrado maravillas con los jóvenes de la
reserva. Fue él quien...
Charlie se calló a mitad de la frase. Supuse que estaba a punto de referirse a la
noche en que me perdí en los bosques. Continué rápidamente.
—No es así, papá. Jacob le tenía miedo.
—¿Has hablado de esto con Billy? —ahora intentaba apaciguarme. Le había
perdido para mi causa en cuanto mencioné a Sam Uley.
—Billy no está preocupado.
—Bueno, Bella, entonces estoy seguro de que todo está en orden. Jacob es un
crío y probablemente sólo está haciendo travesuras. Estoy convencido de que se
encuentra bien. Después de todo, no se puede pasar todo el tiempo pegado a tus
faldas.
—El problema no soy yo —le insistí, pero había perdido la batalla.
—No creo que debas preocuparte por esto. Deja que Billy cuide de Jacob.
—Charlie... —mi voz empezó a sonar quejumbrosa.
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