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AUTOR                                                                                               Libro
                     Estaba tan preocupada que el viaje que tanto me había aterrado hacer pareció
               llevarme unos segundos. El bosque empezó a ralear antes de lo esperado y supe que
               pronto podría ver las primeras casitas de la reserva.
                     Un chico con una gorra de baloncesto calada se alejaba a pie por el lado
               izquierdo del arcén.
                     Me quedé sin aliento durante un momento, haciéndome ilusiones de que la
               suerte se pusiera de mi lado por una vez y que me tropezara con Jacob sin necesidad
               de grandes esfuerzos, pero este chico era demasiado ancho y debajo de la gorra tenía
               el pelo corto. Estaba segura de que era Quil incluso viéndole de espadas, aunque
               parecía haber crecido desde la última vez que le vi. ¿Qué les daban de comer a los
               chicos quileutes? ¿Hormonas de crecimiento?
                     Crucé al lado opuesto del camino para frenar junto a él. Alzó la vista cuando el
               rugido del motor se acercó.
                     La expresión de Quil me produjo más pánico que sorpresa. Tenía un rostro
               sombrío e inquietante, con la frente surcada por numerosas arrugas de preocupación.
                     —Eh, hola, Bella —me saludó sin ganas.
                     —Hola, Quil... ¿Te encuentras bien?
                     Me miró con aire taciturno.
                     —Estupendamente.
                     —¿Te puedo acercar a algún sitio? —le ofrecí.
                     —Sí, supongo —murmuró. Cruzó por delante del coche arrastrando los pies y
               abrió la puerta del copiloto para subir.
                     —¿Adónde?

                     —Mi casa está en el lado norte, detrás del almacén —me dijo.
                     —¿Has visto hoy a Jacob?
                     Le espeté la pregunta antes de que hubiera terminado de hablar. Miré a Quil
               con avidez, a la espera de su respuesta. Miró a lo lejos a través del parabrisas antes
               de responder. Al final, dijo:
                     —De lejos.
                     —¿De lejos? —repetí.
                     —Intenté seguirlos. Iba con Embry —hablaba con un hilo de voz, por lo que
               resultaba difícil de oír por encima del motor. Me acerqué—. Sé que me vieron, pero
               se giraron y desaparecieron entre los árboles... Dudo que estuvieran solos. Es posible
               que Sam y su banda estuvieran con ellos. He estado dando tumbos por el bosque
               cerca de una hora, llamándolos a gritos. Acababa de encontrar el camino cuando has
               aparecido con el coche.
                     —Así pues, Sam lo ha atrapado a él también —había apretado los dientes, por
               lo que las palabras salieron ligeramente distorsionadas.
                     Quil me miró fijamente.
                     —¿Estás al tanto de eso?
                     Asentí.
                     —Jake me lo dijo... antes.
                     —Antes —repitió Quil y suspiró.




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