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—Bella, ahora tengo un montón de trabajo entre manos. Se han perdido dos
turistas que han dejado un rastro por los alrededores del lago —había una nota de
ansiedad en su voz—. El problema del lobo se me está yendo de las manos...
Aquellas noticias me dejaron momentáneamente distraída —asombrada en
realidad—. No había forma de que los lobos hubieran sobrevivido a un
enfrentamiento con un rival de la talla de Laurent...
—¿Estás segura de que les ha sucedido algo? —pregunté.
—Eso me temo, cielo. Había... —vaciló—. Volvía a haber huellas... Esta vez con
un poco de sangre.
—¡Vaya!
En ese caso no se había producido un enfrentamiento. Laurent debía de haberse
limitado a dejar atrás a los lobos, pero ¿por qué? Lo que había visto en aquel prado
era extraño dentro de lo extraño, e imposible de entender.
—Mira, tengo de dejarte, de verdad. No te preocupes por Jake. Estoy seguro de
que no es nada, Bella.
—Muy bien —contesté secamente, frustrada cuando sus palabras me
recordaron la urgencia de la crisis que tenía más cerca—. Adiós —colgué.
Contemplé fijamente el teléfono durante más de un minuto. ¡Qué demonios!,
decidí. Billy contestó a los dos toques.
—¿Diga?
—Hola, Billy —casi le gruñí. Procuré sonar más amistosa mientras continuaba
hablando—. ¿Se puede poner Jacob, por favor?
—No está en casa.
¡Qué horror!
—¿Sabes dónde está?
—Ha salido con sus amigos —me contestó con precaución.
—¿Ah, sí? ¿Con alguien que conozco? ¿Con Quil? —hubiera jurado que él no
interpretaba mis palabras con el mismo tono indiferente con el que yo pretendía
pronunciarlas.
—No —respondió Billy lentamente—. No creo que hoy esté con Quil.
Sabía que era preferible no mencionar el nombre de Sam, por lo que pregunté:
—¿Embry?
Billy pareció más feliz al contestar esta vez.
—Sí, está con Embry.
Eso me bastaba. Embry era uno de ellos.
—Bueno, ¿le puedes decir que me llame cuando vuelva?
—Claro, claro, por supuesto.
Clic.
—Hasta pronto, Billy —murmuré en la línea cortada.
Fui en coche a La Push, decidida a esperar. Iba a aguantar sentada frente a la
casa toda la noche si era necesario —incluso me perdería las clases del instituto—.
Jacob volvería a casa en algún momento y, cuando lo hiciera, tendría que hablar
conmigo.
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