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P. 153

AUTOR                                                                                               Libro
                     —Bella, ahora tengo un montón de trabajo entre manos. Se han perdido dos
               turistas que han dejado un rastro por los alrededores del lago —había una nota de
               ansiedad en su voz—. El problema del lobo se me está yendo de las manos...
                     Aquellas  noticias   me   dejaron   momentáneamente   distraída   —asombrada   en
               realidad—.   No   había   forma   de   que   los   lobos   hubieran   sobrevivido   a   un
               enfrentamiento con un rival de la talla de Laurent...
                     —¿Estás segura de que les ha sucedido algo? —pregunté.
                     —Eso me temo, cielo. Había... —vaciló—. Volvía a haber huellas... Esta vez con
               un poco de sangre.
                     —¡Vaya!
                     En ese caso no se había producido un enfrentamiento. Laurent debía de haberse
               limitado a dejar atrás a los lobos, pero ¿por qué? Lo que había visto en aquel prado
               era extraño dentro de lo extraño, e imposible de entender.
                     —Mira, tengo de dejarte, de verdad. No te preocupes por Jake. Estoy seguro de
               que no es nada, Bella.
                     —Muy   bien   —contesté   secamente,   frustrada   cuando   sus   palabras   me
               recordaron la urgencia de la crisis que tenía más cerca—. Adiós —colgué.
                     Contemplé fijamente el teléfono durante más de un minuto.  ¡Qué demonios!,
               decidí. Billy contestó a los dos toques.
                     —¿Diga?
                     —Hola, Billy —casi le gruñí. Procuré sonar más amistosa mientras continuaba
               hablando—. ¿Se puede poner Jacob, por favor?
                     —No está en casa.

                     ¡Qué horror!
                     —¿Sabes dónde está?
                     —Ha salido con sus amigos —me contestó con precaución.
                     —¿Ah, sí? ¿Con alguien que conozco? ¿Con Quil? —hubiera jurado que él no
               interpretaba mis palabras con el mismo tono indiferente con el que yo pretendía
               pronunciarlas.
                     —No —respondió Billy lentamente—. No creo que hoy esté con Quil.
                     Sabía que era preferible no mencionar el nombre de Sam, por lo que pregunté:
                     —¿Embry?
                     Billy pareció más feliz al contestar esta vez.
                     —Sí, está con Embry.
                     Eso me bastaba. Embry era uno de ellos.
                     —Bueno, ¿le puedes decir que me llame cuando vuelva?
                     —Claro, claro, por supuesto.
                     Clic.
                     —Hasta pronto, Billy —murmuré en la línea cortada.
                     Fui en coche a La Push, decidida a esperar. Iba a aguantar sentada frente a la
               casa toda la noche si era necesario —incluso me perdería las clases del instituto—.
               Jacob volvería a casa en algún momento y, cuando lo hiciera, tendría que hablar
               conmigo.




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