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L^ PEÑA POBRE
que la doncella nunca lo conoció, porque su pensa-
miento bien descuidado era de fallar en tal parte
aquel que buscaba; mas viéndole en el rostro un
golpe que ella muy bien conocía fizóla recordar en
lo que ante ninguna sospecha tenía, e claramente
conoció ser aquel Amadís, e dijo:
—¡Ay, santa María, val! ¿Qué es esto que veo?
¡Ay, señor, vos sois aquel por quien mucho afán
he tomado!
E cayó de bruzas sobre el lecho, e fincando los
hinojos, le besó las manos muchas veces, e dijóle:
—Señor, aquí es menester piedad e perdón con-
tra aquella que vos erró; que si por su mala sos-
pecha vos ha puesto injustamente en tal estrecho,
ella con mucha causa e razón padece la vida más
amarga que la propia muerte.
Bcltenebrós la tomó entre sus brazos e juntóla
consigo, sin ninguna cosa le poder fablar; ella dán-
dole la carta, le dijo:
—Esta vos envía vuestra señora, e por mí vos
face saber que si vos sois aquel Amadís que ser
solía, a quien ella tanto ama, que poniendo en ol-
vido lo pasado, luego seáis con ella en el su cas-
tillo de Mira flores, donde con mucho vicio serán
emendados los dolores e angustias que el sobrado
amor que vos tiene han causado.
El tomó la carta, e después de leída, su alegría
fué tan sobrada, que, así como con la pasada tris-
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