Page 122 - Libros de Caballerías 1879
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                    AMADÍS DE GAULA


        lio de lagar, cerrado en otro de madera que en me-
        dio de  la cámara estaba,  e podíase abajar e alzar
        por debajo, trayendo una palanca de hierro al de-
        rredor; que la cámara no llegaba a pared ninguna;
        así que, cuando a la mañana despertaron, falláronse
        en hondón otros veinte codos que en  alto estaban
        cuando en ella entraron.
          Los  tres caballeros, cuando fueron despiertos  e
        no vieron señal ninguna de claridad, y sentían cómo
        la gente  del castillo sobre  ellos andaba, mucho  se
        maravillaron, y levantáronse de  los lechos,  e bus-
        cando a tiento la puerta y las  finiestras, falláronlas
        pero metiendo  las manos por  ellas, topaban en  el
        muro   del  castillo;  así que luego conocieron que
        eran traídos a engaño. Estando con gran pesar de
        se ver en tal peligro, pareció suso a una  finiestra
        de la cámara un caballero grande y membrudo, y el
        rostro había medroso, y en  la barba e cabeza más
        cabellos blancos que negros, y vestía paños de due-
        lo, e dijo a una voz alta:
          —¿Quién yace   allá dentro, que mal seáis  alber-
        gados? Que, según el gran pesar que me habéis fe-
        cho, así fallaréis la mesura y merced, que serán muy
        crueles e amargas muertes, e aun con esto no seré
        vengado, según  lo que de vos recebí en  la batalla
        del  falso rey Lisuarte. Sabed que yo soy Arcalaus
         el Encantador;  si me nunca vistes, agora me cono-
        ced; que nunca ninguno me hizo pesar que del no
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