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EL CASTILLO DE ARCALAU S
nada hacía ya sino por mediación de su heroico ca-
ballero. Mas entre tanto la envidia no estaba queda
y algunos caballeros de edad, que veían extinguido
su influjo, supieron hacer de modo que el rey lle-
gara a creer que Amadís proyectaba traidoramente
apoderarse del reino para él y los suyos.
Entonces Lisuarte mostró públicamente su despre-
cio a Amadís, el cual, aunque muy dolorido de sepa-
rarse de Oriana, oído el consejo que ésta le dio
diciéndole que su honor era antes que todo, retiróse
a la Insola Firme, con un cortejo como de rey, for-
mado por todos los caballeros de su familia y gran
número de amigos, con lo que apenas le quedaron
caballeros de valia, en su corte, al rey Lisuarte.
Poco después, suscitados por Arcalaus el Encan-
tador, que no perdonaba ocasión de mover guerra al
rey de la Gran Bretaña, tomaron contra él las ar-
mas seis poderosos reyes dirigidos por el rey Ará-
bigo. Nunca se había visto Lisuarte en peligro se-
mejante y era más que probable que no pudiera re-
sistir a enemigos tan fuertes, privado del apoyo de
los caballeros de Amadís.
A tal sazón, estaba éste en Gaula con Perión, su
padre, y su hermano don Florestán. Amadís había
prometido a su dama que nunca haría armas contra
el rey Lisuarte y estaba muy triste por no poder
tomar parte en aquella guerra descomunal. Tratan-
do de ello, llegaron a acordar el padre y los dos hi-
jos, que aunque eran muchas las ofensas que del rey
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