Page 226 - Libros de Caballerías 1879
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PALM ERÍN DE INGLATERRA
de que quedó muy poco contento por no tener con
qué se cubrir en tiempo de tanta necesidad, y tor-
nándole con otro, tomó al gigante en descubierto
por una pierna., con tanta fuerza que, no le valien-
do las armas, le cortó gran parte della, de que Pan-
daro quedó tan lisiado que casi no se podía tener en
ella, y acudióndole con otros tan a menudo que lo
hacía desatinar, y con tanta desenvoltura que nin-
guno que el gigante diese aprovechaba, que todos
se los hacía perder. Dramusiando, que los miraba a
una ventana, juntamente con don Duardos, le pre-
guntó quién era aquel caballero; él se lo dijo con
asaz tristeza por ver el estado en que su amistad le
había traído, de que Dramusiando en saberlo que-
dó del todo contento. Pues tornando a la batalla,
el temido Pandaro echó el escudo a las espaldas, y
tomando la maza con dos manos, se fué contra su
enemigo, hiriéndole con tanta fuerza, que allí fuera
el fin de sus días si tan bien no se guardara, dán-
dole luego el pago con golpes más ciertos, de que
la maza con cuatro dedos de la mano cayó en el
suelo. Pandaro se quiso abajar por ella, mas él le
dio de las manos tan recio que dio con él en el sue-
lo casi sin acuerdo, e quiriéndole meter la espada
por la visera del yelmo, vio sobre sí aquel espantoso
Daligán de la Escura Cueva, que le dixo:
—A mí, a mí, caballero, que no a quien ya no se
puede defender.
Primaleón, que vio tal contrario delante de sí,
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