Page 228 - Libros de Caballerías 1879
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              PALM ERÍN DE INGLATERRA


          Negóse a  ello Primaleón, y entonces  el gigante
         arremetió  a  él con  la espada  alta, dándole  tales
        golpes, que  le hacía revolver a todas  partes; Pri-
        maleón comenzóse a defender do mejor que pudo,
        que para ofendello otro reposo  le fuera necesario;
         la batalla fué entre ellos  tal,, que hacía olvidar las
         pasadas; mas los golpes del gigante eran tales, que
         adonde alcanzaban hacían  tanto daño que  las ar-
         mas no lo podían  resistir; y viendo  la bondad de
         Primaleón, pesábale tanto velle morir, que, quitán-
         dose afuera, le dijo:
           —Ce, caballero, agora conocerás que más con vo-
         luntad de favorecer tus heridas que con miedo de
         tus fuerzas te cometí que dejases la batalla; vee  si
         lo quieres hacer,  si no esta espada será castigo de
         tu locura, porque la vida no se ha de dejar a quien
         della no se contenta.
           Primaleón, poniendo los ojos en  sí, y viendo sus
         armas rotas y así herido de muchas heridas, vinó-
         sele a  la memoria su Gridonia, y con una soledad
         triste comenzó a sentir  lo que ella del sentiría; y
         dijo consigo mesmo:
           —Señara, hoy  es  el postrero día que vuestros
         cuidados me pueden dar que pensar; yo moriré en
         esta batalla, y ninguno dirá que con temor de  la
         muerte  perdí nada de mi  honra. ¡Oh emperador
         Palmerín, cuan mal agora sabes  el poco descanso
         que para tu edad te aparejo! ¡Oh mi señora Gri-
         donia, este es el bien que la fortuna a vos y a mí
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