Page 232 - Libros de Caballerías 1879
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PALM ERÍ N DE INGLATERRA
vidos con todo el estado real, habiendo tantos es-
trumentos y música como si en aquella corte no
faltara nada del ¡placer que poseían en el tiempo
en que ellos más se acostunbraban. Acabado de co-
mer, el emperador se fué al cadahalso donde había
de ver los torneos, acompañado de algunos señores
a quien las edades antiguas detenían en Costanti-
nopla ; porque a los otros, a quien aún les ayudaba,
despendían el tiempo en la demanda destos asigna-
dos príncipes de quien entonces ninguna nueva se
sabía. La emperatriz y Gridonia, con sus dueñas
y doncellas, se pusieron en otro que para ellas es-
taba señalado, y a esta hora, de la parte de los ca-
balleros estranjeros estaba tanta gente en el campo,
que a la fama destas fiestas habían venido, que el
emperador temió que los noveles no lo pudiesen so-
frir, que a este tiempo salían de la ciudad armados
de armas blancas, tan airosos y bien puestos que
comenzaron de dar testimonio de lo mucho que des-
pués hicieron, trayendo por capitán al esforzado Pal-
merín. Puestos en orden, al son de muchas trom-
petas arremetieron unos a otros con tamaño ímpetu,
como la codicia de la honra quería a quien la de-
sea alcanzar; Palmerín, que era el delantero, antes
que ronpiese, puestos los ojos en la fermosa Poli-
narda, dijo consigo mismo:
—Señora, para mayor afrenta quiero vuestra ayu-
da; por eso no os la pido en ésta, que sé que ante
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