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L^S FIESTAS DE LONDRES
quien tanta gloría dejase como la suya será, ni por
venir por muy largos años yo no alcanzo quien con
mucha parte los iguale; pues quien tales hijos per-
dió no debía vivir tan sin cuidado de tamaña pér-
dida que los otros placeres la hiciesen ausente des-
te acuerdo; por tanto acuérdeseos de las palabras
que Pridos os dijo el día de su nacimiento, y del
perdimiento de don Duardos, que le dijera una don-
cella; ya veis cuan verdaderas salieron; vuestros hi-
jos están juntos con vos, y son tales, que han sa-
bido pagar el pesar que ya os dieron. Vedes allí a
Palmerín de Inglaterra, que tantas lágrimas os tie-
ne costado y a quien vos posistes el nombre por su
nacimiento conforme al de vuestro padre, y después
el emperador su agüelo, sin lo saber, le tornó a con-
firmar casi por espiración divina; pues Floriano del
Desierto no es otro sino este caballero del Salvaje
que vos como madre criastes y como a hijo ajeno
tenéis olvidado.
Flérida puso los ojos en don Duardos tan recia-
mente turbada, que no sabía de sí, porque también
el placer como el pesar hace aquestas mudanzas en
quien las recibe de cosa que no espera; y don
Duardos puso también los suyos en ella, y así Pal-
merín en Desierto ; mas conociéndose se fueron abra-
zar, y el rey, que su edad no era para tan grande
sobresalto, se acostó en la silla, llamando a Daliarte
le dijo:
—¡Oh Daliarte!, no quisiera este placer tan sú-
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