Page 67 - Libros de Caballerías 1879
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LOS ARDIDES DE ARCALAUS
amarrados, los días siguientes, hacia el lugar donde
pensaban darles muerte; pero Galaor, a fuerza de
astucia y malicia, consiguió librarse de sus cadenas y
libertar a su hermano, tras lo cual y a más andar,
retomaron los dos por el camino de Londres.
Estando el rey Lisuarte e la reina Brisena, su mu-
jer, en sus tiendas con muchos caballeros e dueñas
e doncellas, al cuarto día que de allí partieran Ama-
dís e don Galaor, su hermano, entró por la puerta
el caballero que el manto e la corona le dejara,
como ya oístes; e fincando los hinojos ante el Rey,
le dijo:
—Señor, ¿cómo no tenéis la fermosa corona que
yo vos dejé, e vos, señora, el rico manto?
El Rey se calló, que ninguna respuesta le quiso
dar, y el caballero dijo:
—Mucho me place que os no pagástes della, pues
que me quitarán de perder la cabeza o el don que
por ello me habíades a dar; e pues así es, mandád-
melo dar, que no me puedo detener en ninguna
guisa. W
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Cuando esto oyó el rey, pesóle fuertemente e dijo
—Caballero, el manto ni la corona no os lo puedo
dar, que lo he todo perdido; mas me pesa por vos,
que tanto os hacía menester, que por mí, aunque
mucho valía.
—¡Ay, cativo! Muerto so —dijo el caballero.
E comenzó a hacer un duelo tan grande, que ma-
ravilla era, diciendo:
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