Page 80 - Libros de Caballerías 1879
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                    AMADÍS DE GAULA

          Oriana, que  la voz de su amigo conoció,  estre-
        mecióse toda; mas Arcalaus e los otros se dejaron
        a él correr, y él a  ellos, e firió a Arcalaus, que de-
        lante venía, tan duramente, que lo derribó en tierra
        por sobre las ancas del caballo, e los otros  le  firie-
        ron, e dellos fallecieron de sus encuentros; e Ama-
        dís pasó por ellos, e tornando muy presto su caba-
        llo, firió al señor del castillo, que era uno dellos, de
        tal guisa que el fierro y el fuste de lanza le salió de
        la otra parte, e cayó luego muerto, e fué  la lanza
        quebrada. Después metió mano a  la espada,  e de-
        jóse ir a los otros, e metióse entre ellos tan bravo e
        con tanta saña, que por maravilla era los golpes que
        les daba ; e así le crecía la fuerza y el ardimiento en
        andar valiente e ligero, que le parecía,  si  el campo
        todo fuese lleno de caballeros, que le no podían du-
        rar e defender ante la su buena espada.
          Haciendo estas maravillas que oídes, dijo la don-
        cella de Denamarca contra Oriana:
          —Señora, acorrida sois, pues aquí  es  el caballero
        bienaventurado, e mirad las maravillas que hace.
          Oriana dijo entonces:
          —¡Ay, amigo! Dios vos ayude e guarde; que no
        hay otro en el mundo que nos acorra ni más valga.
          El escudero que  la tenía  el rocín, poniéndola en
        tierra,  se fué huyendo cuanto más pudo. Amadís,
        que entre  ellos andaba, trayéndolos a su voluntad,
        dio al uno un  tal golpe en  el brazo, que gelo de-
        rribó en tierra; éste comenzó de huir, dando voces
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