Page 100 - El niño con el pijama de rayas
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traerte un regalo especial.
Shmuel asintió con la cabeza, pero no encontraba palabras para expresar la
pena que sentía.
—Me habría gustado poder jugar contigo —dijo Bruno tras una larga pausa
—. Aunque sólo fuera una vez. Sólo para tener algo que recordar.
—A mí también —coincidió Shmuel.
—Llevamos más de un año hablando y no hemos podido jugar ni una sola
vez. ¿Y sabes otra cosa? —agregó—. Todo este tiempo he estado observando
dónde vives desde la ventana de mi dormitorio, pero nunca he visto por mí
mismo cómo es.
—No te gustaría —dijo Shmuel—. Tu casa es mucho más bonita.
—Ya, pero me habría gustado ver la tuya.
Shmuel caviló unos momentos, entonces se inclinó y levantó un poco la
alambrada, hasta formar un hueco por donde habría podido colarse un niño
pequeño, quizá de la estatura y el tamaño de Bruno.
—¿Por qué no pasas? —propuso.
Bruno parpadeó y se lo pensó.
—No creo que me dejen —dijo con reserva.
—Bueno, seguramente tampoco te dejan venir aquí todos los días y hablar
conmigo —dijo Shmuel—. Pero aun así lo haces, ¿no?
—Pero si me descubrieran me las cargaría —razonó Bruno, que estaba
seguro de que Madre y Padre no lo aprobarían.
—En eso tienes razón —dijo Shmuel; soltó la alambrada y se quedó mirando
el suelo con lágrimas en los ojos—. Supongo que mañana nos veremos y nos
despediremos.
Los dos se quedaron callados un momento. De pronto Bruno tuvo una idea
genial.
—A no ser… —empezó, pensándolo y dejando que el plan fuera tramándose
en su mente. Se tocó la rapada cabeza; el pelo apenas había empezado a crecer
—. Dijiste que me parecía a ti, ¿recuerdas? —le preguntó a Shmuel—. Porque
me habían afeitado la cabeza.
—Sí, pero más gordo.
—Pues aprovechando que me parezco a ti, y si tuviera también un pijama de
rayas, podría ir de visita al otro lado sin que se enterara nadie.
Shmuel sonrió de oreja a oreja y el rostro se le iluminó.
—¿Estás seguro? —preguntó—. ¿Lo harías?
—Claro —dijo Bruno—. Sería una aventura estupenda. Nuestra aventura
final. Por fin podría explorar un poco.
—Y podrías ayudarme a encontrar a mi padre.
—¿Por qué no? Daremos un paseo y veremos si encontramos alguna pista. Es
lo que hay que hacer cuando se sale a explorar. El único problema es que