Page 52 - El niño con el pijama de rayas
P. 52
edificio, con aquella ventana por la que sólo podía mirar si se ponía de puntillas
—. No, aquella casa era malísima para explorar. Si quería jugar a los
exploradores, tendría que salir fuera.
Bruno llevaba meses mirando por la ventana de su dormitorio y
contemplando el jardín, el banco con la placa, la alta alambrada, los postes de
madera y las demás cosas que le había descrito a la Abuela en su última carta. Y
pese a que observaba a menudo a aquellas personas, a los diferentes tipos de
personas con sus pijamas de rayas, nunca se le había ocurrido preguntarse qué
significaba todo aquello.
Era una especie de ciudad aparte, cuyos habitantes vivían y trabajaban
juntos, separada de la casa donde habitaba él por una alambrada. ¿De verdad
eran tan diferentes? Todas las personas de aquel campo llevaban la misma ropa,
aquellos pijamas y gorras de rayas; y todas las personas que se paseaban por su
casa (excepto Madre, Gretel y él) llevaban uniformes de diversa calidad y con
diversos adornos, gorras, cascos, llamativos brazaletes rojos y negros, e iban
armadas y siempre parecían tremendamente serias, como si todo fuera muy
importante y nadie debiera pensar lo contrario.
¿Dónde estaba exactamente la diferencia?, se preguntó Bruno. ¿Y quién
decidía quiénes llevaban el pijama de rayas y quiénes llevaban el uniforme?
A veces los dos grupos se mezclaban, como era lógico. Bruno había visto
muchas veces a personas uniformadas al otro lado de la alambrada, y
observándolas se dio cuenta de que eran quienes mandaban. Los del pijama se
ponían en posición de firmes cuando se les acercaban los soldados, y a veces se
caían al suelo y ni siquiera se levantaban y tenían que llevárselos.
« Es curioso que nunca me haya preguntado qué hace esa gente ahí —pensó
el niño—. Y es curioso que con todas las veces que los soldados van allí —había
visto incluso a Padre pasar al otro lado en muchas ocasiones—, nunca hayan
invitado a nadie del otro lado a venir a esta casa» .
A veces, aunque no muy a menudo, algunos soldados se quedaban a cenar;
cuando lo hacían, se les servían muchas bebidas espumosas y tan pronto Gretel y
Bruno habían terminado el postre los mandaban a dormir. Entonces se oía mucho
ruido abajo y también cantaban, aunque muy mal, por cierto. Resultaba evidente
que a Padre y Madre les gustaba la compañía de aquellos soldados; Bruno se
daba cuenta. Pero nunca habían invitado a cenar a ninguno con pijama de rayas.
Salió de la casa, fue a la parte de atrás y miró hacia la ventana de su
dormitorio, que desde allí abajo ya no parecía tan alta. « Seguramente podría
saltar desde la ventana y no me haría mucho daño» , caviló, aunque no se le
ocurría ningún motivo para hacer semejante idiotez. Quizá saltara si la casa se
incendiase y él hubiera quedado atrapado dentro, pero aun así le parecía
arriesgado.
Miró hacia la derecha, hasta donde alcanzaba la vista, y vio que la alta