Page 47 - El niño con el pijama de rayas
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artistas, y en todas las Navidades y fiestas de cumpleaños montaba una pequeña
obra de teatro que los tres interpretaban para Madre, Padre y el Abuelo. Ella
misma escribía aquellas obras, y en opinión de Bruno, siempre se quedaba para
ella los mejores papeles, aunque a él no le importaba. Siempre había alguna
canción —« ¿Me estás pidiendo que cante una canción?» , preguntaba ella antes
— y una oportunidad para que Bruno hiciera algún truco de magia y Gretel
bailara. El niño se encargaba de poner el broche final a la obra recitando un largo
poema de algún Gran Poeta; le costaba mucho entender aquellas composiciones,
pero, curiosamente, cuanto más las leía más bonitas sonaban las palabras.
Sin embargo, eso no era lo mejor de aquellas pequeñas funciones. Lo mejor
era que la Abuela hacía disfraces para Bruno y Gretel. Fuera cual fuese el papel,
y aunque el de Bruno resultara muy pequeño comparado con el de su hermana o
su abuela, él siempre se disfrazaba de príncipe o de jeque árabe, y en una
ocasión hasta de gladiador romano. Había coronas, y cuando no había coronas
había lanzas. Y cuando no había lanzas había látigos o turbantes.
Nadie sabía con qué los sorprendería la Abuela la siguiente ocasión, pero, una
semana antes de Navidad, hacía ir a Bruno y Gretel a su casa todos los días para
ensayar.
Claro que la última obra de teatro que habían interpretado terminó como el
rosario de la aurora y Bruno todavía la recordaba con tristeza, aunque no estaba
muy seguro de qué había desencadenado la discusión.
Aproximadamente una semana antes, se había notado mucho nerviosismo en
la casa, algo que tenía que ver con que, de pronto, María, el cocinero y Lars —el
mayordomo— debían dirigirse a Padre llamándolo « comandante» , igual que
todos los soldados que entraban, salían y utilizaban la casa —o al menos eso le
parecía a Bruno— como si vivieran allí. Durante semanas todos habían estado
muy nerviosos. Primero, el Furias y la hermosa rubia habían ido a cenar, algo
que había paralizado la casa por completo, y luego aquello de llamar a Padre
« comandante» . Madre había dicho a Bruno que felicitara a Padre y él lo había
hecho, aunque sinceramente (y él siempre procuraba ser sincero consigo
mismo) no entendía muy bien el motivo de esa felicitación.
El día de Navidad, Padre se puso el uniforme nuevo, el almidonado y
planchado que ahora llevaba todos los días, y la familia al completo lo aplaudió
cuando hizo su primera aparición vestido de esa guisa. Era verdaderamente
especial, hacía que destacara entre los otros soldados que entraban y salían de la
casa, y daba la impresión de que ellos lo respetaban más desde que llevaba su
uniforme nuevo. Madre se acercó a él, lo besó en la mejilla y le pasó una mano
por la parte delantera de la chaqueta, admirando la calidad de la tela. Los galones
del uniforme fue lo que más impresionó a Bruno, y tras comprobar que tenía las
manos limpias le dejaron ponerse la gorra un rato.
El Abuelo se mostró muy orgulloso de su hijo cuando lo vio con su nuevo