Page 45 - El niño con el pijama de rayas
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el periódico lleno de pieles; le dio la espalda a Bruno, agachó la cabeza y no
volvió a hablar.
—¿Se puede saber qué te ha pasado? —preguntó Madre cuando llegó a la
cocina y se inclinó para examinar el apósito que cubría la herida de Bruno.
—He construido un columpio y me caí de él —explicó el niño—. Y entonces
el columpio me golpeó la cabeza y casi me desmayo, pero Pavel me trajo aquí,
me curó y me puso un apósito. Aunque me escocía mucho, no he llorado. Ni una
sola lágrima, ¿verdad que no, Pavel?
Pavel se volvió ligeramente hacia ellos, pero no levantó la cabeza.
—Le he limpiado la herida —dijo el anciano con voz queda, sin contestar a la
pregunta del niño—. No hay nada que temer.
—Ve a tu habitación, Bruno —dijo Madre, que parecía muy turbada.
—Es que…
—No discutas. ¡Ve a tu habitación!
Bruno bajó de la silla y al cargar el peso sobre la que había decidido llamar
su « pierna mala» , le dolió un poco. A continuación salió de la cocina, pero
mientras iba hacia la escalera oyó a Madre dar las gracias a Pavel, y se alegró
porque parecía evidente que, de no ser por él, habría muerto desangrado.
Antes de subir al piso de arriba oyó otra cosa, y aquello fue lo último que
Madre le dijo al camarero que afirmaba ser médico.
—Si el comandante pregunta algo, diremos que yo curé la herida de Bruno.
Al niño le pareció terriblemente egoísta que Madre se atribuyera el mérito de
algo que no había hecho.