Page 44 - El niño con el pijama de rayas
P. 44

Bruno se quedó mirándolo, sorprendido. Aquello no tenía ninguna lógica.
        —Pero si usted es camarero —dijo despacio—. Y pela las hortalizas para la
      cena. ¿Cómo puede ser también médico?
        —Mira, joven —repuso Pavel, y Bruno agradeció que tuviera la delicadeza
      de  llamarlo  « joven»   en  lugar  de  « jovencito» ,  como  había  hecho  el  teniente
      Kotler—, te aseguro que soy médico. Que uno contemple el cielo por la noche no
      lo convierte en astrónomo, ¿sabes?
        Bruno no tenía ni idea de qué quería decir con eso, pero sus palabras hicieron
      que  lo  observara  atentamente  por  primera  vez.  Era  un  hombre  menudo  y
      delgado, con largos dedos y facciones angulosas. Era mayor que Padre pero más
      joven que Abuelo, lo cual significaba que era bastante anciano, y aunque Bruno
      nunca lo había visto antes de llegar a Auschwitz, su cara tenía algo que le hizo
      pensar que en el pasado había llevado barba.
        Pero ya no la llevaba.
        —Pues no lo entiendo —dijo Bruno, tratando de llegar al fondo del asunto—.
      Si es médico, ¿por qué trabaja de camarero? ¿Por qué no está en un hospital?
        Pavel vaciló largamente antes de contestar, y mientras lo hacía Bruno no dijo
      nada. No sabía por qué, pero tenía la impresión de que lo educado era esperar
      hasta que Pavel decidiese hablar.
        —Antes de venir aquí practicaba la medicina —dijo al final.
        —¿Practicaba?  —repitió  Bruno,  que  no  estaba  familiarizado  con  aquella
      expresión—. ¿Qué pasaba? ¿No lo hacía bien?
        Pavel sonrió.
        —Sí,  lo  hacía  muy  bien.  Verás,  siempre  quise  ser  médico.  Desde  que  era
      muy pequeño. Desde que tenía tu edad.
        —Yo quiero ser explorador —dijo rápidamente Bruno.
        —Te deseo suerte.
        —Gracias.
        —¿Ya has descubierto algo?
        —En  nuestra  casa  de  Berlín  se  podía  explorar  mucho  —recordó  Bruno—.
      Pero, claro, era una casa muy grande, no se imagina cómo de grande, y había
      muchos sitios para explorar. Aquí es diferente.
        —Aquí nada es igual —coincidió Pavel.
        —¿Usted lleva mucho tiempo en Auschwitz?
        Pavel dejó la zanahoria y el pelador en la mesa y reflexionó.
        —Creo que siempre he estado aquí —dijo con un hilo de voz.
        —¿Se crio aquí?
        —No. —Negó con la cabeza—. No me crie aquí.
        —Pero si acaba de decir…
        Antes de que Bruno terminase la frase, se oyó la voz de Madre fuera. Pavel
      se puso en pie de un brinco y volvió al fregadero con las zanahorias, el pelador y
   39   40   41   42   43   44   45   46   47   48   49