Page 43 - El niño con el pijama de rayas
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dolor, pese a que en realidad no le dolía demasiado—. Sólo es un pequeño corte.
Ni siquiera necesitarás puntos.
Bruno frunció el entrecejo y se mordió el labio con nerviosismo mientras
Pavel le limpiaba la sangre de la herida y luego le aplicaba otro paño y
presionaba unos minutos. Cuando retiró el paño con cuidado, la herida había
dejado de sangrar; entonces agarró una botellita con un líquido verde del botiquín
y le dio unos toques en la herida, que a Bruno le escocieron bastante y le hicieron
decir varios « ay» .
—No duele tanto —dijo Pavel con voz suave y amable—. Si piensas que
duele más de lo que en realidad duele, es peor.
Bruno se dijo que aquello tenía sentido, y se controló para no soltar otro
« ay» . Cuando Pavel hubo terminado de aplicarle el líquido verde, buscó un
apósito en el botiquín y le cubrió la herida.
—Listo —dijo—. Así está mejor, ¿no?
Bruno asintió con la cabeza, avergonzándose un poco por no haber
demostrado todo el valor que le habría gustado.
—Gracias —dijo.
—De nada —repuso Pavel—. Ahora tienes que quedarte aquí sentado unos
minutos. Dentro de un rato podrás volver a andar, ¿de acuerdo? Deja que la
herida descanse. Y será mejor que hoy no vuelvas a subirte al columpio.
Bruno asintió y mantuvo la pierna estirada encima del taburete mientras
Pavel iba al fregadero y se lavaba concienzudamente las manos, frotándose
incluso debajo de las uñas con un cepillo, antes de secárselas y volver a las
patatas.
—¿Le contarás a Madre lo que ha pasado? —preguntó Bruno, que llevaba
unos minutos cuestionándose si lo considerarían un héroe por haber sufrido un
accidente o un granuja por haber construido un artilugio peligroso.
—Creo que lo verá ella misma —contestó Pavel; llevó las zanahorias a la
mesa, se sentó frente a Bruno y se puso a pelarlas encima de un periódico viejo.
—Sí, supongo que sí. A lo mejor quiere llevarme al médico.
—No lo creo —dijo Pavel en voz baja.
—Eso nunca se sabe —repuso Bruno, que no quería que le quitaran
importancia a su accidente. Al fin y al cabo, era lo más emocionante que le
había pasado desde su llegada—. Podría ser peor de lo que parece.
—No lo es —repuso Pavel, que prestaba toda su atención a las zanahorias.
—¿Y usted cómo lo sabe? —se apresuró a preguntar Bruno, un poco molesto
pese a que aquel hombre lo había levantado del suelo, llevado a la casa y curado
la herida—. Usted no es médico.
Pavel dejó de pelar zanahorias un momento y lo miró sin levantar la cabeza,
como si estuviera pensando qué replicar. Entonces suspiró y dijo:
—Sí, lo soy.