Page 73 - El niño con el pijama de rayas
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—Excepto  Padre  —repitió  Bruno.  Confiaba  en  que  no  volviera  a
      contradecirlo, no quería tener que pelearse con él. Al fin y al cabo, era el único
      amigo  que  tenía  en  Auschwitz.  Pero  Padre  era  Padre,  y  Bruno  no  creía  que
      estuviera bien que alguien hablara mal de él.
        Ambos guardaron silencio unos minutos; ninguno de los dos quería decir nada
      de lo que después pudiera arrepentirse.
        —Tú no sabes cómo es la vida aquí —dijo Shmuel al final con un hilo de voz,
      y Bruno apenas oyó sus palabras.
        —¿No tienes hermanas? —preguntó rápidamente Bruno, fingiendo no haberlo
      oído para así cambiar de tema.
        —No —respondió Shmuel, meneando la cabeza.
        —Qué suerte. Gretel sólo tiene doce años y se cree que lo sabe todo, pero en
      realidad es tonta de remate. Se pone a mirar por la ventana y cuando ve llegar al
      teniente Kotler baja corriendo al recibidor y finge que llevaba mucho rato allí. El
      otro día la pillé haciéndolo y cuando él entró ella dio un respingo y dijo « Vaya,
      teniente Kotler, no sabía que estaba usted aquí» , pero yo sé seguro que lo estaba
      esperando.
        Bruno no estaba mirando a Shmuel mientras decía todo aquello, pero cuando
      volvió a mirarlo vio que su amigo se había puesto aún más pálido de lo habitual.
        —¿Qué pasa? —preguntó—. Pareces a punto de vomitar.
        —No me gusta hablar de él —dijo Shmuel.
        —¿De quién?
        —Del teniente Kotler. Me da miedo.
        —A mí también me da un poco de miedo —reconoció Bruno—. Es un chulo.
      Y  huele  muy  raro.  Es  porque  se  pone  mucha  colonia.  —Shmuel  empezó  a
      temblar ligeramente y Bruno miró alrededor, como si quisiera ver, y no sentir, si
      hacía frío o no—. ¿Qué pasa? —preguntó—. ¿Tanto frío tienes? Deberías haber
      traído un jersey. Ya empieza a refrescar un poco por las noches.
        Aquel mismo día, Bruno se llevó una desagradable sorpresa al enterarse de
      que el teniente Kotler iba a cenar en su casa con él, Gretel y sus padres. Pavel
      llevaba su chaqueta blanca, como de costumbre, y les sirvió la cena.
        Bruno observaba a Pavel, que iba y venía alrededor de la mesa, y se fijó en
      que parecía triste. Se preguntó si la chaqueta blanca que se ponía para hacer de
      camarero  era  la  misma  chaqueta  blanca  que  antes  se  ponía  para  hacer  de
      médico. Servía los platos y, mientras ellos comían y hablaban, se retiraba hacia
      la pared y se quedaba inmóvil, sin mirar al frente ni a ningún otro sitio. Era como
      si se durmiese de pie y con los ojos abiertos.
        Cuando alguien necesitaba algo, Pavel se lo llevaba de inmediato, pero cuanto
      más  lo  observaba  Bruno,  más  se  convencía  de  que  se  iba  a  producir  alguna
      desgracia. El hombre se encogía semana tras semana, aunque parecía difícil que
      pudiera encogerse aún más, y el color había desaparecido casi por completo de
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