Page 78 - El niño con el pijama de rayas
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14. Bruno cuenta una mentira muy razonable
        Después  de  aquello,  durante  varias  semanas  Bruno  siguió  saliendo  de  casa
      cuando se marchaba herr Liszt y Madre echaba la siesta. Daba el largo paseo
      junto a la alambrada para reunirse con Shmuel, que casi todas las tardes estaba
      esperándolo allí, sentado en el suelo con las piernas cruzadas, con la vista clavada
      en el árido suelo.
        Una tarde, Shmuel apareció con un ojo morado, y cuando Bruno le preguntó
      qué  le  había  pasado,  él  se  limitó  a  menear  la  cabeza  diciendo  que  no  quería
      hablar de ello. Bruno dedujo que en todas partes debía de haber chulos, no sólo en
      las escuelas de Berlín, y que uno de ellos le había hecho aquello a Shmuel. Le
      dieron ganas de ayudarlo, pero no se le ocurría cómo, y además Shmuel quería
      hacer como si no hubiera pasado nada.
        Todos  los  días  Bruno  le  preguntaba  si  podía  colarse  por  debajo  de  la
      alambrada para jugar juntos al otro lado, pero Shmuel siempre contestaba que
      no, que no le parecía buena idea.
        —De todas maneras, no entiendo por qué tienes tantas ganas de venir a este
      lado —le dijo en una ocasión—. Esto no es agradable.
        —Eso lo dices porque no tienes que vivir en mi casa —replicó Bruno—. Para
      empezar, no tiene cinco plantas, sino sólo tres. ¿Cómo se puede vivir en una casa
      tan pequeña? —No se acordaba de que Shmuel le había contado que antes de ir a
      Auschwitz había vivido en una habitación con diez personas más, entre ellas aquel
      niño, Luka, que siempre le pegaba aunque él no hiciera nada.
        Un  día  Bruno  le  preguntó  por  qué  todos  los  que  vivían  al  otro  lado  de  la
      alambrada llevaban el mismo pijama de rayas y la misma gorra de tela.
        —Fue  lo  que  nos  dieron  cuando  llegamos  aquí  —explicó  Shmuel—.  Y  se
      quedaron toda nuestra ropa.
        —¿Y nunca te apetece ponerte otra cosa cuando te levantas por la mañana?
      Debes de tener algo más en el armario.
        Shmuel parpadeó y abrió la boca para decir algo, pero se lo pensó mejor.
        —A mí no me gustan las rayas —añadió Bruno, aunque no era del todo cierto.
      De  hecho,  le  gustaban  las  rayas  y  estaba  hartándose  de  tener  que  llevar
      pantalones, camisas, corbatas y zapatos que le apretaban, cuando Shmuel y sus
      amigos podían ir todo el día con su pijama de rayas.
        Unos  días  más  tarde,  Bruno  despertó  y  vio  que  por  primera  vez  en  varias
      semanas llovía copiosamente. La lluvia había empezado por la noche y supuso
      que el ruido lo había despertado, pero no estaba seguro porque una vez despierto
      no podía saber qué lo había despertado. A la hora del desayuno seguía lloviendo.
      Y  siguió  lloviendo  durante  las  clases  de  la  mañana  con  herr  Liszt.  Y  siguió
      lloviendo  a  la  hora  de  comer.  Y  seguía  lloviendo  cuando  terminó  la  clase  de
      Geografía e Historia de la tarde. Aquello era una mala noticia, porque significaba
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