Page 79 - El niño con el pijama de rayas
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que no podría salir de casa ni reunirse con Shmuel.
        Así pues, se tumbó en su cama con un libro, pero le costaba concentrarse. De
      repente apareció la tonta de remate. No solía entrar en su habitación, pues en su
      tiempo libre prefería cambiar de sitio una y otra vez su colección de muñecas.
      Sin embargo, el mal tiempo le había quitado las ganas de jugar.
        —¿Qué quieres? —preguntó Bruno.
        —Menudo recibimiento —dijo Gretel.
        —Estoy leyendo.
        —¿Qué lees? —preguntó ella.
        Él se limitó a girar el libro para que su hermana viese la portada. Gretel hizo
      una pedorreta y roció con un poco de saliva la cara de Bruno.
        —Qué aburrido —dijo la niña con un sonsonete.
        —No es nada aburrido —replicó Bruno—. Es una aventura. Es mejor que las
      muñecas, eso seguro.
        Gretel no mordió el anzuelo.
        —¿Qué haces? —repitió, fastidiando aún más a Bruno.
        —Ya  te  lo  he  dicho.  Estoy  intentando  leer  —refunfuñó  él—.  Pero  no  me
      dejan.
        —Yo no sé qué hacer. Odio la lluvia.
        A Bruno le costó entenderlo. En realidad, su hermana nunca hacía nada, no
      como él, que tenía aventuras y exploraba lugares y había encontrado un nuevo
      amigo. Ella casi nunca salía de casa. Era como si hubiera decidido aburrirse por
      el simple hecho de que no tenía más remedio que quedarse dentro. Aun así, hay
      momentos  en  que  un  hermano  y  una  hermana  pueden  dejar  de  torturarse
      durante un rato y hablar como personas civilizadas, y Bruno decidió convertir
      aquel momento en uno de ellos.
        —Yo también  odio  la  lluvia —comentó—. Ahora  podría  estar  con Shmuel.
      Creerá  que  me  he  olvidado  de  él.  —Lo  dijo  sin  pensar,  pero  nada  más
      pronunciarlo se arrepintió de haberse ido de la lengua.
        —¿Que podrías estar con quién? —preguntó Gretel.
        —¿Qué? —repuso Bruno con gesto de extrañeza.
        —Que con quién dices que podrías estar —insistió Gretel.
        —Perdona —dijo Bruno buscando una salida—. No te he oído bien. ¿Puedes
      repetirlo?
        —¡Que con quién dices que podrías estar! —gritó Gretel, inclinándose sobre
      él para que no hubiera malentendidos.
        —Yo no he dicho que podría estar con nadie —repuso Bruno.
        —Sí lo has dicho. Acabas de decir que no sé quién creerá que te has olvidado
      de él.
        —¿Cómo?
        —¡Bruno! —le advirtió Gretel.
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