Page 104 - Vuelta al mundo en 80 dias
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a su criado bajo aquel excéntrico atavío de heraldo; pero éste, en su posición invertida, vio
                  a su amo en la galería. No pudo contener un movi-miento de su nariz, y de aquí el
                  rompimiento del equi-librio y lo que se siguió.

                  Esto es lo que supo Picaporte de boca de la misma mistress Aouida, que le refirió entonces
                  cómo se había efectuado la travesía de Hong Kong a Yokohama, en compañía de un tal
                  Fix.

                  Al oír nombrar a Fix, Picaporte no pestañeó. Creía que no había llegado el momento de
                  decir a su amo lo ocurrido; así es que, en la relación que hizo de sus aventuras, se culpó a sí
                  propio, excusándose con haber sido sorprendido por la embriaguez del opio de un fumadero
                  de Hong Kong.

                  Mister Fogg escuchó esta relación con frialdad y sin responder, y después abrió a su criado
                  un crédito suficiente para procurarse a bordo un traje más conve-niente. Menos de una hora
                  después, el honrado mozo, después de quitarse las alas y la nariz, y de mudar de ropa, no
                  conservaba ya nada que recordase al sectario del dios Tingú.

                  El vapor que hacía la travesía de Yokohama a San Francisco pertenecía a la compañía del
                  "Pacific Mail Steam", y se llamaba "General Grant". Era un gran buque de ruedas, de dos
                  mil quinientas toneladas, bien acondicionado y dotado de mucha velocidad. Sobre cubierta
                  se elevaba y bajaba, alternativamente, un enorme balancín, en una de cuyas extremidades se
                  articulaba la barra de un pistón y en la otra la de una biela, que, transfon nando el
                  movimiento rectilíneo en circular, se aplicaba directamente al árbol de las rue-das. El
                  "General Grant" estaba aparejado en corbeta de tres palos, y poseía gran superficie de
                  velamen, que ayudaba poderosamente al vapor. Largando doce millas por hora, el vapor no
                  debía emplear menos de veintiún días en atravesar el Pacífico. Phileas Fogg estaba, por
                  consiguiente, autorizado para creer que, llegando el 2 de diciembre a San Francisco, estaría
                  el 11 en Nueva York y el 20 en Londres, ganando algu-nas horas sobre la fécha fatal del 21
                  de diciembre.

                  Los pasajeros eran bastante numerosos a bordo del vapor. Había ingleses, americanos, una
                  verdadera emi-gración de coolíes para América, y cierto número de oficiales del ejército de
                  Indias, que utilizaban su licen-cia dando la vuelta al mundo.

                  Durante la travesía no hubo ningún incidente náu-tico. El vapor, sostenido sobre sus anchas
                  ruedas, y apoyado por su fuerte velamen, cabeceaba poco, y el Océano Pacífico justificaba
                  bastante bien su nombre. Mister Fogg estaba tan tranquilo y tan poco comuni-cativo como
                  siempre. Su joven compañera se sentía cada vez más inclinada a este hombre, por otra
                  atrac-ción diferente de la del reconocimiento. Aquel silen-cioso carácter, tan generoso en
                  suma, le impresionaba más de lo que creía, y, casi sin percatarse de ello, se dejaba llevar
                  por sentimientos cuya influencia no pare-cía hacer mella sobre el enigmático Fogg.

                  Además, mistress Aouida se interesaba muchísimo en los proyectos del gentleman. Le
                  inquietaban las contrariedades que pudieran comprometer el éxito del viaje, y a veces
                  hablaba con Picaporte, que no dejaba de leer entre renglones en el corazón de mistress
                  Aoui-da. Este buen muchacho tenía ahora en su amo una fe ciega; no agotaba los elogios
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